viernes, 29 de noviembre de 2013

Una nueva joya de Hirokazu Kore-eda

EXTRA!

¿Qué ocurriría si tu hijo, al que has criado durante seis años como propio, no tiene tu sangre? ¿Qué pensarías al saber que el verdadero ha sido criado por otra familia? ¿Cuál sería la elección correcta: quedarte con tu hijo natural o con quien has convivido todo este tiempo? Éste es el reto que el famoso director japonés Hirokazu Kore-eda nos plantea en su nuevo trabajo, 'De tal padre, tal hijo'.

A pesar de ser una cuestión de alcance universal y con multitud de ejemplos reales, la película establece un fuerte choque entre los lazos de sangre, un aspecto de suma importancia en el continente asiático, y la comprensión y el cariño familiar. La historia, aparentemente sencilla pero muy conmovedora, surge a partir de dos niños que fueron intercambiados al nacer por un error del hospital, por lo que se reúne a las familias para explicarles la situación e intentar decidir el futuro de ambos. Esta noticia afecta a la existencia de todos los personajes, que tratan de sobrellevar el acontecimiento de la mejor manera posible.

Bien es cierto que toda la filmografía de Kore-eda está cargada de reflexiones sobre temas habituales en nuestras vidas, con significativos silencios y un montaje pausado que facilita al espectador digerir cada uno de los hechos que se exponen en pantalla. Sin duda, 'De tal padre, tal hijo' se mantiene en la línea de trabajo del artista japonés, con cierta reiteración en el tema, ya que hemos podido verlo en otras de sus obras, pero con un nuevo discurso más cercano a cualquier tipo de espectador. Quizá este sea uno de los motivos por los que el director norteamericano Steven Spielberg ha querido negociar los derechos de la cinta para realizar un remake.

El principal contraste lo encontramos en los personajes de ambos padres: Ryota (Masaharu Fukuyama) es arquitecto, perfeccionista, con un alto poder adquisitivo pero frío, distante, con estrictas normas de convivencia y totalmente entregado a su trabajo; mientras que Yudai (Lily Franky), a pesar de vivir con lo justo y necesario, es más permisivo y dedica la mayor parte de su tiempo a jugar con sus hijos, ganándose su total cariño y afecto. 


Ambos actores hacen un papel sólido y extraordinario, destacando la figura de Fukuyama, para quien ha sido realizado este largometraje por expreso deseo del director. Tan alto contraste provoca que no haya puntos intermedios entre ellos, sino que todo desemboque en una especie de lucha por ver quién es el mejor padre y quién es el 'malo' de esta historia. Kore-eda hace un trabajo tan minucioso con sus personajes que, sin querer, el espectador es capaz de sentir una empatía plena con cada uno de ellos.

Las dos familias se ven forzadas a una relación de amistad mientras asistimos al proceso de madurez de un padre, Ryota, que lucha entre la razón y actuar correctamente o apartarse de todo lo impuesto por la opresión de su país y dejarse llevar por los sentimientos. Un segundo detalle salta a la vista, sobre todo para el espectador occidental: el significado de los lazos de sangre, un aspecto fundamental en la cultura japonesa, ya que, según ellos, el grupo sanguíneo determina la personalidad. El director japonés deja plasmada una suave crítica a la sociedad del país del Sol Naciente, que sufre una tradición fuertemente arraigada que condiciona la manera de vivir.

Kore-eda trata con un respeto brillante estas delicadas cuestiones sin pararse a generar soluciones a tal conflicto, sino tan sólo intentando exponer un posible caso de los muchos que han tenido lugar. Permite que el espectador pueda cuestionarse en todo momento y responderse a sí mismo de forma natural sin sentirse, por ello, forzado a través del propio guión. En vistas de este concepto, tal vez el trabajo hubiera sido excepcional si la película hubiera terminado antes de dar la resolución final, otorgando una mayor emotividad al momento y siendo más sugerente, sin buscar el típico sentimentalismo en el que se suele caer ni reincidiendo en ciertos temas sin necesidad. No obstante, la conclusión de la historia no deja de ser intensa y atractiva por ello.

La fotografía de Mikiya Takimoto resulta limpia y sencilla, pero a la vez se aprecia un trabajo totalmente perfeccionista, facilitando el desarrollo de las ideas del guión. Todo ello aderezado por la música de Beethoven, que marca el broche emotivo y sutil sin caer en la simpleza propia del drama. 
'De tal padre, tal hijo' marca un nuevo éxito en la carrera de Kore-eda, pudiendo considerarse una joya atemporal que ganará valor con el paso del tiempo y en función de las experiencias vividas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario