
Superación personal, humanismo y aventura es lo que podemos encontrar en el primer trabajo del director de cine francés Christophe Offenstein, 'En solitario'. Una coproducción franco–belga–española basada en una historia real, en la que Yann Kermadec (François Cluzet) consigue la oportunidad de su vida: participar en la prestigiosa carrera Vendée Globe en sustitución del hermano de su novia, Frank Devil (Guillaume Canet).
Lo que parecía un viaje alrededor del mundo y un sueño cumplido, se tambalea durante los primeros días de su marcha. Yann se ve obligado a realizar una parada en la costa canaria para reparar la embarcación, pero no se percata de que ya no viaja solo. Un joven mauritano (Samy Seghir) que espera llegar a Francia para ser curado de una enfermedad respiratoria le hace compañía poniendo en juego la competición del protagonista. El deseo de ganar se convierte en un dilema al encontrar a un polizón tan joven e indefenso al que decide esconder.
Offenstein presenta una historia de
gran calado sobre la base de una de las regatas más duras y arriesgadas del mundo, en la que cada participante debe demostrar su propia
valía en solitario. No obstante, a pesar de ser una idea que prometía en su planteamiento, la película llega a quedar a la altura de una mera odisea con tendencia al puro sentimentalismo.
La
aventura pone a prueba la seguridad que demuestra Yann ante la oportunidad que se le ofrece y de la que él mismo es
consciente de que podría ser la única en su vida. La soledad y el cansancio del protagonista no son
suficientes obstáculos para hacer mella en la ilusión que le embarga, pero
esto es algo que el propio espectador presupone, ya que en ningún momento el filme es capaz de desplegar esta sensación.

No
obstante, François Cluzet ofrece una
actuación muy digna, mostrando cambios físicos y psicológicos interesantes a lo largo de
esta vivencia, algo que se convierte en la principal atracción del proyecto. De su primera
reacción con el joven, un tanto violenta, evoluciona hacia el cariño y
la humanidad, provocando que sea también parte de esta hazaña marítima el hecho
de llegar a conocerse mejor a sí mismo. Yann,
en plena madurez, se encuentra ante una lección de vida: hacer las cosas bien averiguando qué es lo verdaderamente correcto.
Sin embargo, quedan totalmente desaprovechados los personajes que encarnan
el actor francés Guillaume Canet o
el español José Coronado, quienes
forman parte de este trabajo con unos papeles totalmente insignificantes. 'En solitario' se nutre de tramas
secundarias innecesarias en las que el guión pierde el tiempo en detrimento de
la historia principal, por lo que se produce una conexión un tanto débil con el
espectador, que ve transcurrir el largometraje como quien mira el escaparate
de una tienda.
La
embarcación, el hogar de Yann en
Francia y el lugar en el que se encuentra el equipo de navegación que supervisa
la carrera son los únicos espacios en los que transcurre la
acción. Resulta destacable el hecho de
que sea un trabajo técnicamente impresionante al realizarse en un escenario
real como el mar. Offenstein no ha rodado con decorados ni su labor se ha
visto encerrada por las paredes de un estudio, por lo que el trabajo de cámara
es digno de mención. Las escenas sobre las aguas soportan una gran expresividad
y emoción. Todo ello unido a la brillante fotografía del propio director francés
y Guillaume Schiffman.
La
mayor carga emocional recae sobre una banda sonora en la que destaca la
grata elección del tema final, 'Knockin’ on heaven’s door', de Bob
Dylan, que otorga un desenlace más que decente al largometraje. 'En solitario' es, en definitiva, una aventura arriesgada en la que Offenstein
opta por no correr los mismos riesgos que su protagonista e inclinarse más por
la dispersión. Una cinta que no cumple
las expectativas cuya belleza fotográfica equilibra el resultado.
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