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El pasado lunes 2 de junio se celebró en el Teatro Fernando de Rojas del Círculo de Bellas Artes de Madrid el XVIII Maratón de Monólogos de la Asociación de Autores de Teatro. Una maratón conformada por 42 piezas breves dramatizadas por figuras de la cultura y los medios de comunicación.
El
genial actor Manuel Galiana fue el
encargado de abrir el maratón metiéndose en la piel de un metódico traductor
que se ve sumergido por los desechos en las calles de una ciudad, en una pieza de Guillermo Heras titulada 'Basura'. A
partir de ahí se sucedieron los monólogos, bastante irregulares en cuanto
a temática y calidad, aunque en líneas generales con buenas interpretaciones.
Mención
especial merece 'No sé nada' de Paco Mir, dramatizada por Carlos Seguí, que cual rey en el único
trono de la modernidad, se pregunta sobre el sentido de la vida para
responderse con el socrático 'sólo sé que no sé nada'. También tuvo cabida la actualidad con piezas como 'Ejecutado', de José Aurelio Martín Rodríguez; 'La emprendedora', de Javier de Dios; o 'Despido procedente', de Juana Escabias, trasladando al
escenario temáticas propias del telediario, como el drama de aquellos que son
desahuciados, las dificultades del emprendimiento o los despidos.
'Llámame frívola', de Juan Carlos Rubio, utilizó el humor
para reflejar la insensibilización que provocan los
medios de comunicación en la sociedad. 'La última y
nos vamos', por su parte, encaró el tema de la homosexualidad a través de la interpretación de Álex García.
En el Círculo de Bellas Artes se demostró el auge del monólogo en la sociedad actual, no sólo como un signo de una austeridad que engloba todas las esferas de nuestro tiempo, sino alzándose como una forma de vida. Los monólogos que, a fin de cuentas, invaden nuestras conversaciones y redes sociales, que por muy sociales que digan ser, no son más que un monólogo de la propia vida. Los monólogos que han invadido tanto nuestras pantallas como nuestros teatros parece que han llegado para quedarse.
En el Círculo de Bellas Artes se demostró el auge del monólogo en la sociedad actual, no sólo como un signo de una austeridad que engloba todas las esferas de nuestro tiempo, sino alzándose como una forma de vida. Los monólogos que, a fin de cuentas, invaden nuestras conversaciones y redes sociales, que por muy sociales que digan ser, no son más que un monólogo de la propia vida. Los monólogos que han invadido tanto nuestras pantallas como nuestros teatros parece que han llegado para quedarse.
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