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lunes, 1 de septiembre de 2014

Un fenómeno de masas apabullante

EXTRA!

Han pasado más de seis años desde que, el 20 de octubre de 2011, el exitoso musical 'El Rey León' se estrenase en el Teatro Lope de Vega de la Gran Vía madrileña. Producido por Stage Entertainment, se trata de la producción más ambiciosa que hasta ahora se ha realizado en España. Tras escuchar multitud de opiniones, conocer por otros montajes a algunos de sus actores y recordar cabizbajos la muerte de Mufasa en la película de Disney, teníamos ganas de enfrentarnos al espectáculo más famoso de la capital.

Como era de esperar, la escenografía del montaje es sensacional, con una apertura que podríamos definir como una auténtica obra de arte, en la que luces, vestuario, marionetas y máscaras introducen de lleno al espectador en la cultura africana en la que va a integrarse en las próximas dos horas y media. Al ritmo de 'El ciclo vital', es difícil que el público no se quede sin palabras ante el desfile de animales que atraviesa el patio de butacas hasta crear una perfecta sabana africana sobre las tablas de un teatro que tuvo que ser totalmente reformado para acoger la producción.

El nivel técnico del proyecto es intachable, con la huella de la famosa directora y diseñadora Julie Taymor presente durante los dos actos del musical, desde el doble acontecimiento - que consiste en colocar una máscara sobre el cráneo de los actores para que los espectadores decidan si quieren mirar al ser humano o al animal – hasta el uso de técnicas japonesas o del teatro de sombras balinés. Como espectáculo visual nos encontramos con una producción ante la que cualquier expectativa se verá superada.


La parábola del paso a la madurez en la piel de Simba, un cachorro de león que llega a convertirse en el Rey de la selva, flojea, sin embargo, en el brillo vocal que uno esperaría encontrarse en una obra por la que puede llegar a pagar 160 euros. Quede claro que hablamos de lo que nos encontramos en nuestra función y que el elenco se encuentra en continua actualización, sobre todo en el caso de los actores infantiles, que en nuestro caso no se lucieron como debían. En España sigue siendo complicado encontrarse con niños al nivel de producciones del West End londinense como 'Matilda' o 'Billy Elliot'.

Destacan Esteban Oliver en el papel de un genial Zazu, Sergi Albert interpretando a un Scar tan amanerado y encantado de conocerse como en la película de 1994 y Daniela Pobega en el papel de Nala adulta, excepcional en uno de los temas más hermosos del montaje, 'Nuestro hogar'. También merecen nuestro reconocimiento los actores David Ávila y Albert Gracia como Timón y Pumba, que realizan un ejercicio maestral de destreza y comicidad con sus marionetas. Zama Magudulela, que abre con grandiosidad el musical en su papel de Rafiki, fue una de las más aplaudidas, algo más que merecido tras ese 'Lamento de Rafiki'. Nos quedamos con ganas de disfrutar de Carlos Rivera como Simba tras ver a un Michel Jáuregui que pasa totalmente inadvertido.

La historia basada en la tragedia de Shakespeare 'Hamlet' hace saltar las lágrimas en sus escenas más dramáticas. La muerte, la conspiración y las luchas familiares están incluso más presente que en la película animada, permitiendo que el espectador realice distintos niveles de interpretación en función de su madurez. Los niños ríen y disfrutan de las partes más cómicas, mientras que los mayores suspiran en las partes más crudas del musical, donde se reflexiona sobre la vida, el sentido de pertenencia a una comunidad y la búsqueda del destino personal.


Hay que recordar que las letras y el libreto han sido adaptados por el dramaturgo catalán Jordi Galcerán, deshaciéndose en su mayoría de las frases más conocidas de las canciones, salvándose el mítico 'Hakuna Matata'. Puede que a algunos asistentes esto les chirríe en la interpretación de temas como 'Siento un nuevo amor en mí' o 'Yo voy a ser Rey León'. Para aquellos que tengan un cierto bagaje, esto no supondrá un problema. Ni esto ni la mezcla de acentos en un reparto en el que, desde sus audiciones, se buscaba una gran presencia afroamericana. La mezcla de folklore africano con las excelentes canciones pop del espectáculo es fantástica.

La teatralidad del proyecto brilla en detalles como las lágrimas de tela de las leonas, escenarios tan bien diseñados como el de la estampida o la necesidad por parte de los animales de recurrir a su lengua nativa para expresarse. Se trata, en definitiva, de un montaje musical que dejará satisfecho al público que se acerque por primera vez a un espectáculo de estas características, cuya fuerza reside básicamente en la propuesta escénica del proyecto y no tanto en la espectacularidad vocal de los actores.


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