
¿Qué es ser un santo? Para la mayoría, un humano con características divinas como la bondad, la empatía o las ganas de ayudar siempre al prójimo, influenciados en todo momento por un contexto religioso. Pero cuando nuestras creencias dejan de guiarnos, podemos encontrar personas con características que no parecerían merecer este título a simple vista, como ocurre en 'St. Vincent', disponible en la cartelera española desde el viernes 12 de diciembre.
Una comedia dramática de las productoras Chernin
Entertainment, Crescendo Productions y The Weinstein Company y del director y guionista Theodore Melphi, del que pocos recuerdan su ópera prima, 'Winding Roads'. En esta ocasión no ha sucedido lo mismo, haciéndose con las nominaciones a mejor película en los Globos de
Oro y a mejor actriz de Reparto - por el trabajo de Naomi Watts - en los premios del Sindicato de
Actores (SAG).
Vincent
(Bill Murray) es un hombre antipático, políticamente incorrecto
y aislado de toda compañía más allá de la de su gato. Todo parece importarle poco
hasta que entran accidentalmente en su vida (y nunca mejor dicho) sus nuevos
vecinos: Maggie (Melissa McCarthy), una madre en proceso de separación, y
Oliver (Jaeden Lieberher), un irónico niño poco común. No se trata de
una situación idílica ni sensiblera: el joven necesita a alguien que le cuide
cuando vuelve del colegio y el veterano de guerra algo de dinero para seguir su
poco ético modo de vida.
A
simple vista, un borracho que cuando no está apostando en las carreras de
caballos frecuenta la compañía de una 'dama de la noche' embarazada (Naomi
Watts) no parece ser un canguro ideal y, mucho menos, un santo. Pero las
cosas no siempre son lo que parecen y, a veces, hay que
ahondar en una persona para conocer quién es realmente y sorprenderse con lo
que puede aportar sin cambiar su personalidad.

El
eterno secundario Murray ('Lost in translation', 'Monuments Men') parece
hacer toda una declaración de intenciones con su papel protagonista en esta
cinta, donde se hace complicado ver dónde termina el personaje y empieza el
propio actor. Sin desmerecer el trabajo de Melphi, la historia no tendría mucho sentido si no contase con la personalidad y el trabajo gestual de un actor de culto que merece el reconocimiento de
la crítica.
McCarthy
('La boda de mi mejor amiga', 'Ladrón de identidades') encarna a una madre coraje, trabajadora y preocupada
por el futuro que hace disfrutar al espectador mediante una serie de diálogos hilarantes con
su vecino y la comicidad con la que impregna todos sus trabajos.
No dejan de destacar Lieberher ('Playing it cool'), que enamora con su
sinceridad e ironía, y Watts, en un papel al que nos tiene poco
acostumbrados, interpretando a una rusa deslenguada con un complicado carácter.
Con una
brillante fotografía de John Lindley, una más que destacable banda
sonora perfectamente combinada con los primeros planos y un buen ritmo,
Melphi cumple con éxito sus objetivos. El hecho de ser una producción previsible que toca los sentimientos del espectador no
disminuye el interés del público, como cabría esperar. Ahí reside la
magia de una película que, a pesar de mantenerse fiel al ideal estadounidense, entretiene y emociona durante los 103 minutos que, aunque se
terminarán olvidando, aseguran el disfrute durante el visionado.
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