
Las producciones de pequeño formato se han convertido en una elección acertada tanto para los amantes del género musical como para los espectadores que ni pueden ni quieren costearse una entrada elevada por los títulos que reinan en la Gran Vía. Frente a las faraónicas importaciones que todos conocemos ha surgido un fenómeno que nos ha permitido disfrutar de obras de gran calidad como 'Excítame' o 'Te quiero, eres perfecto… ¡ya te cambiaré!' en escenarios alternativos.
Los costes de producción son más asequibles, aunque el empresario asume un riesgo económico que deja en manos del público, que en el caso de títulos
como los mencionados acaban mereciendo la pena, agotando entradas en taquilla
hasta conseguir la prórroga y la ansiada gira por salas de todo el país. En este
mismo formato se lleva a cabo 'Mi, me, conmigo', una comedia musical guionizada
y dirigida por Jesús Sanz-Sebastián, con canciones originales de Roberto Bazán,
que se representa hasta el próximo 28 de febrero en el madrileño Teatro Alfil.
El montaje, de 90 minutos de duración, cuenta la historia de
Xavier, un joven que sufre trastorno de identidad disociativo, teniendo que
convivir en su propia piel con cuatro personalidades distintas, cada una con su
propia forma de percibir y actuar en el ambiente, con las consecuencias sociales y personales que eso conlleva.

Edu Tato interpreta con éxito un papel complejo que le lleva
a desdoblarse en un enfermo falto de cariño, un cura, una anciana con ganas de
vivir y un niño de ocho años. Allende Blanco, por su parte, da vida a una
extrovertida psiquiatra poco creíble por sus métodos, algo que se entiende una
vez finalizada la obra, aunque su papel destaque mucho más por su hilaridad que
por su profundidad. El trabajo gestual de ambos actores ayuda a provocar las
risas de buena parte del público.
El montaje de Candileja Producciones peca de excesiva
previsibilidad, cayendo en una historia de amor simplista en la que una
enfermedad terrible sirve de excusa en una mezcla desacertada de los
mejores elementos de 'Pegados', 'Toc Toc' y 'La llamada'. La música que se
escucha en el Alfil va del jazz al soul, pasando por el funk y el góspel, con
tres músicas al fondo de las tablas que se ocupan de teclados, guitarra y
batería, y una correcta escenografía que no sirve para disimular el sonido deficiente de los micros de los protagonistas.
Quizá le faltase rodaje a una función de estreno tras la que ni sus
actores ni su director parecieron sonreír demasiado y a la que, tras una buena revisión a su guión, podríamos plantearnos volver. Dos recomendaciones al equipo que los futuros espectadores agradecerán: ni es necesario que el actor enseñe
el torso cada diez minutos, ni hace falta que desde las mesas veamos la ropa
interior de la actriz durante toda la representación.
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