miércoles, 18 de febrero de 2015

La culpa fue del silencio

EXTRA!

Podemos definir la libertad como lo contrario de las manipulaciones, la ocasión afilada de elegir sin evitar el continuo riesgo del error. Son muchos los intentos que el mundo ha hecho por tratar de explicar el hecho sorprendente de que la Alemania de los años 30 se pusiera al servicio de unos asesinos en serie. De la manipulación y el silencio culpable que permitió aquella barbarie habla 'La ola', pieza teatral dirigida por Marc Montserrat que, tras representarse hace dos años en el Lliure de Barcelona, se puede ver hasta el próximo 22 de marzo en el madrileño Teatro Valle-Inclán.

El profesor de un instituto californiano, Ron Jones, trata de enseñar a sus alumnos de historia cómo pudo llevarse a cabo un régimen totalitario como el del nazismo. Para ello lleva a cabo un experimento basado en la disciplina y el sentimiento de comunidad que se le acaba yendo de las manos. Lo que comienza siendo un proyecto con el profesor más carismático del curso se acaba convirtiendo en un simulacro de totalitarismo disfrazado de idealismo que poco tiene de juego para los jóvenes.

El montaje, basado en hechos reales, nació cuando Montserrat contactó con Ron Jones y dos de los estudiantes que participaron en el experimento, Philip Neel y Mark Hancok. Aunque la película dirigida por Dennis Gansel goza de gran popularidad, el texto de Ignacio García May se apoya en un artículo de 15 páginas en el que se cuentan los sucesos durante una semana de experimento.


El escenario del Valle-Inclán se transforma en un aula que ocupa las primeras filas del patio de butacas, situando a los espectadores a pocos metros de la clase en la que sucede toda la representación. Ambos lados del escenario se completan con las taquillas de los alumnos, por donde entran y salen los actores en varias ocasiones. Cuando se impone aquello del poder de la disciplina, la comunidad y la acción desaparecen los pósteres de Malcolm X y James Brown para llenarse de la simbología de 'La Tercera Ola', con un logo mejorable y un trabajo gestual de excepción por parte de todo el elenco.

Destacan David Carrillo (Doug) y Carolina Herrera (Wendy) en los papeles más estereotipados de la trama, a los que el público más cariño coge. Brillantes los trabajos de un soberbio Javier Ballesteros en la piel del inteligente Robert y de Alba Ribas, que pasa de ser la mejor de la clase a la compañera de la que todos desconfían. Correctos también Jimmy Castro (Norman), Ignacio Jiménez (Steve) y Helena Lanza (Aline), a los que lidera Xavi Mira, espléndido en el papel de maestro.

El montaje se divide en dos partes de 80 y 50 minutos, con un intermedio de un cuarto de hora que llega cuando el experimento ya está en marcha y el público empieza a temerse el desenlace. A pesar de lo precipitado que resulta el final, la producción rebosa calidad mientras reflexiona sobre el desprecio al diferente, algo que no viene mal en tiempos de resurgimiento de movimientos fascistas en Europa.


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