
Si aquella cerilla, los cantos rodados o el humo tuvieran un mínimo de conciencia, seguro que estarían orgullosos de formar parte de la obra del fotógrafo Chema Madoz. La Galería Elvira González, situada en la calle General Castaños de Madrid, ofrece una selección de los últimos trabajos del artista hasta el próximo 14 de marzo.
En palabras del propio autor, su imaginación despertó a la temprana edad de cuatro años al asistir a
una abarrotada clase de apoyo escolar donde el único pupitre disponible fue el
ofrecido por la puerta abierta del horno de la cocina. Tras años compaginando
un trabajo alejado de cualquier manifestación artística con la fotografía, el creador madrileño goza de una fructífera proyección que le ha
llevado a exponer su obra en buena parte de Europa y el continente americano.
El diálogo que la galería ofrece
al público es evocador e intimista, susceptible de causar pudor cuando los
asistentes comparten las impresiones que las obras sugieren. Si bien la
selección no es la más destacada del autor, el reducido tamaño de la muestra - formada por 35 piezas - la
hace asequible para todo tipo de público, siendo esta característica inherente
a la producción del Premio Nacional de Fotografía. Un arte contemporáneo llamativo y en constante
evolución que, pese a la segunda lectura y libre interpretación, es comercial
en el mejor sentido de la palabra.

La preocupación por el paso del
tiempo está presente en buena parte de la obra expuesta, así como las metáforas
visuales que intercalan tipografías con objetos, siendo estos trabajos los más
actuales. El uso del blanco y negro es una elección que a Madoz no le gusta
justificar, pero que de alguna manera utiliza para romper con la realidad
mundana.
Otro concepto que puede deducirse
de la experimentación con los objetos es el viaje al conocimiento o la
importancia del saber, que no es incompatible con la madurez ni con el paso de
los años, sino todo lo contrario. Si el autor no se hubiera permitido mirar la
realidad con los ojos de un niño, no podríamos disfrutar de tan
particular obra.
Un fotógrafo imprescindible en
nuestros días que hará las delicias del público más observador, pues la
sensibilidad de su trabajo es tan inmensa como sencillas son las fotografías.
Chema Madoz, capaz de transmitir caudales de información de la manera más
económica y armoniosa. Ese es su legado.
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