
Soberbia, ira, lujuria, gula, envidia, pereza y avaricia. Con esta sencilla lista el cristianismo ha intentado diseccionar la moral humana. Los vicios y las carencias que deambulan en los recovecos oscuros de las personas encuentran su culminación en los actos más extremos. De este modo se crea un dique que contenga los excesos al que llamamos moral.
El sargento Richard Krol es miembro de un departamento de tráfico corrupto. Rodeado de sus compañeros, los días transcurren entre sobornos, prostíbulos y carreras ilegales. El conflicto comienza la madrugada que sigue a una noche desenfrenada en la que descubren el cadáver de un sargento de policía y todas las pruebas apuntan a Krol. Con el objetivo de demostrar su inocencia, el protagonista se verá envuelto en una trama de corrupción en las altas esferas.

El director y guionista le otorga alma a los siete pecados capitales para construir a sus personajes, los siete miembros del departamento de tráfico más corrupto de Varsovia. Entre ellos destaca Richard Korl, a quien da vida el actor Bartlomiej Topa con una actuación contenida pero intensa propia de la soberbia. Otros secundarios que destacan por sus roles son Petrycki y Banas, interpretados por Arkadiusz Jakubik y Eryk Lubos. La lujuria se personifica en un sargento adúltero acostumbrado a la retirada de sanciones a cambio de favores sexuales, mientras que la ira se simboliza en un racista y violento miembro policial.
El encargado de la fotografía del film, Piotr Sobocinski Jr., presenta la ciudad de Varsovia como una urbe fría y húmeda que concuerda con la decadencia de la historia, proporcionando una sensación de realismo, al igual que la narración rápida e intermitente, que crea una alegoría de luces parpadeantes, semáforos y vehículos. La sucesión de imágenes llegan desde cualquier punto óptico posible: desde el ojo oficial del director hasta las cámaras de móvil y los circuitos cerrados de televisión.
El encargado de la fotografía del film, Piotr Sobocinski Jr., presenta la ciudad de Varsovia como una urbe fría y húmeda que concuerda con la decadencia de la historia, proporcionando una sensación de realismo, al igual que la narración rápida e intermitente, que crea una alegoría de luces parpadeantes, semáforos y vehículos. La sucesión de imágenes llegan desde cualquier punto óptico posible: desde el ojo oficial del director hasta las cámaras de móvil y los circuitos cerrados de televisión.

'Traffic department' es una película con un potente arranque que lanza reflexiones sobre la corruptibilidad del poder y la indefensión del ciudadano en la que la crítica social se disuelve y deja paso al thriller policial. El autor entrega una narración de corte nihilista e inmoral más fuerte sobre el papel que en la pantalla. 6/10.
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