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viernes, 3 de julio de 2015

Historia de un mártir

EXTRA!

España sigue en estado de alarma tras los recientes atentados yihadistas en Francia, Turquía y Túnez. Terroristas o, según ellos mismos, mártires que emplean su propio cuerpo como arma destructiva. Jóvenes reclutados por parte de grupos armados que hacen una lectura del Corán a su antojo mientras los líderes no dan ejemplo con sus acciones y prometen un paraíso lleno de vírgenes, donde la pobreza y la marginalidad no existen.

Han tenido que pasar tres años para que la cartelera española conozca a 'Los caballos de Dios', un largometraje dirigido por el parisino de origen marroquí Nabil Ayouch. Tras triunfar en los festivales de Valladolid, ganando la Espiga de Oro, y Cannes, entre otros muchos, se estrena en los cines este viernes 3 de julio. Su título hace referencia a los musulmanes que se preparan para sacrificarse en nombre de Dios por su pueblo. Basada en los atentados de Casablanca en 2003, en los que fallecieron 45 personas junto a los 12 kamikazes, la cinta arranca en un poblado del extrarradio de la ciudad llamado Sidi Moumen.

Allí encontramos a unos niños jugando al fútbol que, tras una disputa, salen corriendo a refugiarse entre las estrechas calles creadas por las chabolas. Así es el día a día de Yachine (Achraf Afir) y su hermano mayor Hamid (Said El-Alami). El primero desea ser tan buen futbolista como lo era 'la araña negra' (el ruso Lev Yashin, considerado mejor portero de la historia), mientras que el segundo es el sustento de su familia gracias a una serie de trapicheos.

La casa se viene abajo con un padre depresivo, una madre absorbida por la televisión y un hermano deficiente. Con el paso del tiempo, Hamid (Abdelilah Rachid) acaba siendo encarcelado durante dos años, tras lo que todos le encuentran muy cambiado. Tras una serie de fatídicas circunstancias que harán madurar de golpe, Yachine (Abdelhakim Rachi) se verá arrastrado a profesar el islamismo más radical.


Ayouch realiza un estupendo trabajo tanto de guión como de dirección, con unas interpretaciones que alcanzan el mismo grado de verosimilitud que la trama. Conmovedora e impactante, no trata de justificar los hechos, sino de clarificar lo que se esconde tras el radicalismo y, sobre todo, tras las condiciones en las que viven estos 'mártires'. Por otra parte, el autor también expone pequeñas dosis de cuestiones como la prostitución, la homosexualidad, el alcoholismo y la falta de empleo.

Cámara en mano, el director invita al espectador a acercarse y profundizar en el interior de los personajes, mientras que los planos generales del caótico conjunto de tejados de uralita muestran un ambiente miserable y pobre que se contrarresta con la riqueza de otras zonas de la ciudad en las que se aprecia un lujo que ninguno de ellos podrá disfrutar.

Las dos caras de la glorificada misión quedan registradas en 'Los caballos de Dios'. Dudar del objetivo es indigno e irrespetuoso para los yihadistas, ciegos ante los terroríficos actos en los que arrebatan tantas vidas. Sin que importe el bando, las víctimas son siempre las que acaban perdiendo mientras que los verdaderos instigadores siguen intactos, mirando desde lejos cómo se cumplen unos objetivos entre los que ni siquiera se roza la auténtica esencia del Corán.


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