martes, 11 de agosto de 2015

Los bocados porteños de Picsa

EXTRA!

Experimentamos con diferentes sabores. Aplicamos nuevas fórmulas constantemente tratando de derribar límites en una época en la que la comida ha pasado de ser una necesidad básica a un arte en el que España cuenta con auténticos maestros que han convertido su vocación en una marca que potenciar tanto dentro como fuera de sus fronteras. Con reconocimientos mediáticos y sin ellos, multitud de espacios gastronómicos madrileños hacen las delicias de vecinos y visitantes en cada rincón de la capital.

Si al leer el nombre de Picsa no viene nada a tu mente es que te estás perdiendo una de las pizzerías más potentes de la ciudad. Fundada en 2014 por los artífices del prestigioso restaurante asiático Sudestada, la pizza argentina se reinventa con masas gruesas y esponjosas que dan forma a un plato que se convierte en protagonista de una carta que ofrece casi una veintena de variedades junto a una serie de entrantes llamados mezze entre los que destacan unos gustosos morrones armenios asados a la leña con granada y anacardos, un fresquísimo escabeche de berenjenas y un vitel toné con salsa de anchoas y atún. Todos ellos funcionan como una reinterpretación de los aperitivos que desembarcaron en Buenos Aires con la llegada de los inmigrantes italianos.

Haciendo esquina con Ponzano y María de Guzman, a pocos pasos de Nuevos Ministerios, Picsa ocupa un local de aspecto industrial forrado en azulejos blancos, con un interiorismo firmado por el realizador publicitario Marcelo Burgos, que se divide en una barra para unos 20 comensales con sillas altas y una zona de mesas con sillas bajas importadas de Bélgica. Sus servilletas de papel denotan la informalidad de una propuesta que cuenta con un ticket medio de 25 euros por persona compartiendo dos entrantes, una pizza, un postre y un par de bebidas.


En nuestra visita tuvimos la oportunidad de probar entrantes como los zucchinis Alatsis asados a la leña con yogurt y hierbas, además de los aperitivos mencionados anteriormente en una apertura en la que despuntaron los suaves morrones armenios y el escabeche de berenjenas, ambos servidos fríos y en pequeños platos para compartir antes de la llegada del plato estrella.

Gracias a la opción de seleccionar una variedad diferente en cada mitad de la pizza, tuvimos el gusto de mezclar la solicitada fugazza con queso (cebolla dulce y roja, queso, romero y aceituna negra) con la de pato confitado e higos secos, que sorprende por su originalidad. Pensadas para compartir, las pizzas se preparan en un único tamaño que se corta en ocho porciones. Además, para los que no acudan al espacio con demasiada hambre, la posibilidad de pedir por porciones es una buena idea que además facilita el tan de moda take away.

El envío a domicilio y el exitoso menú del día a 11 euros son dos puntos fuertes de un local en el que la pizzas se realizan en horno de leña con recetas de la vieja escuela, pero también apostando por el riesgo en variedades como las de queso azul y setas, chorizo criollo y grelos o butifarra negra.


En la carta de vinos (dividida entre los que tienen burbuja y los que no) se encuentran referencias argentinas a tener en cuenta por el comensal, que encontrará en los caldos blancos o tintos buenos acompañantes de mesa. El exquisito café malasañero de Toma Café completa una carta que encuentra su punto dulce en postres como un riquísimo flan con nata montada y dulce de leche o una tarta de chocolate con helado que se presentan dentro de unos vasitos en los que será difícil dejarse algo.

Lanzarse al disfrute indiscriminado de un plato clásico que en Picsa se convierte en un manjar es una opción más que recomendable con un servicio atento por parte de profesionales como Vanina Olivera, grandes ventanales y una fórmula fresca en la que saciarás tu apetito mientras reseteas tu concepción de lo que hasta ahora entendías como un plato cualquiera.


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