
Madrid se resiste a dejar marchar 'Cerda', la divertida y surrealista obra escrita y dirigida por el dramaturgo Juan Mairena. Tras cosechar gran éxito entre la crítica y el público y recibir diversos premios durante los últimos dos años, el montaje se lanza a conquistar un nuevo escenario, el del Teatro Alfil, cada sábado y domingo hasta el 25 de octubre. Aún queda tiempo para que los pecadores puedan ser resarcidos y perdonados con una más que arriesgada producción que se sitúa en un misterioso convento de clausura lleno de secretos por descubrir.
La Orden de las Siervas del Santo Membrillo está gobernada por
la madre superiora, Sor Leona (Dolly),
una monja extremadamente autoritaria que esconde un pasado atroz y que se
encarga de controlar a las jóvenes pupilas Sor
Bette (Soledad Rosales), Sor Cicilia
(Carolina Herrera) y Sor Coseta
(David Aramburu). Los trapos sucios salen a la luz con la llegada de una
nueva aspirante, Sabrina (María Velesar),
que ingresa como Sor Katana para
desvelar las personalidades de los integrantes y sus oscuras vidas.
Es difícil clasificar una obra tan compleja y genuina como 'Cerda', puesto que, aun siguiendo el
hilo de la comicidad más absurda a lo largo de sus 70 minutos, el
texto salta entre géneros con pasmosa agilidad. El thriller, el musical y el drama se combinan desarrollando una historia que dejará a pocos indiferentes.
Entre risas asistimos a un extravagante viaje que esconde una severa crítica hacia el convencionalismo social que coarta las libertades del ser humano. Un poder que encierra a las personas en una extraña jaula de la que todos los personajes quieren salir. Momentos reflexivos que Mairena expresa a través de diálogos políticamente incorrectos y metáforas como las rosquillas del santo, que se elaboran con o sin agujero, ese mismo hueco que ellos sienten ante la sensación de que les falta algo para ser felices.
Entre risas asistimos a un extravagante viaje que esconde una severa crítica hacia el convencionalismo social que coarta las libertades del ser humano. Un poder que encierra a las personas en una extraña jaula de la que todos los personajes quieren salir. Momentos reflexivos que Mairena expresa a través de diálogos políticamente incorrectos y metáforas como las rosquillas del santo, que se elaboran con o sin agujero, ese mismo hueco que ellos sienten ante la sensación de que les falta algo para ser felices.

Más delicioso aún es ver cómo se desenvuelve sobre las tablas
el estupendo reparto del que 'Cerda' hace gala. Sor Bette recibe al
público para ponerle en situación. A través de
ella florece el dramatismo y existencialismo de quien no encuentra su sitio. Una brillante interpretación de Rosales que sabe cómo transmitir cada sentimiento y emocionar al
espectador en poco tiempo. En igual medida, Aramburu logra enternecer con sus
necesidades y añoranzas, presentando una situación que no es más que otro
ejemplo de lo que la Iglesia ha generado con su ambición. Por su parte, Velesar se convierte en el centro de
las expectativas, sin quien los delitos de tan escandaloso lugar
nunca serían desvelados.
Mención especial para Herrera,
protagonista de varios instantes de pura hilaridad en los que se respira
inocencia, ternura y dosis de alegría frente a las dificultades, ejerciendo de contrapunto ante tanta oscuridad. Junto a ella, Dolly sabe conquistar desde el primer minuto en que sale a escena. La
villana de esta historia cumple a la perfección con su fantástico papel gracias
al desparpajo y carisma que despliega, notándose la comodidad que siente sobre las tablas.
Madonna no surge
ante el público pero forma parte de una obra que la recuerda con
una coreografía al son del famoso 'Like a virgin'. No es la única, teniendo su lugar la mítica
cantante Rafaella Carrá, la
estrella de Hollywood Bette Davis y algunas citas versionadas de William
Shakespeare o de la famosa película 'Blade Runner'. Un sinfín de
referencias culturales que convierten 'Cerda' en un híbrido especial, único,
divertido y sumamente crítico. Una cita indispensable entre la oferta
teatral de la capital.
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