Reducido por el gran público a una obra icónica que transforma un bello lugar de esparcimiento en escenario de la desintegración y destrucción del orden racional, 'El grito', el pintor noruego Edvard Munch (1863-1944) protagoniza una de las exposiciones más importantes de la temporada en el Museo Thyssen de la capital. Organizada con la colaboración del Museo Munch de Oslo, la muestra reúne una selección de 80 obras de uno de los padres del arte moderno junto a nombres de la talla de Cézanne, Van Gogh y Gauguin.
Símbolo universal de la angustia y la alienación del hombre
moderno en la historia del arte, su pintura llena de matices centra la atención
en las obsesiones del hombre contemporáneo a través de un innovador lenguaje
plástico que evolucionó desde el simbolismo al expresionismo inmortalizando
temas universales como la vida, el amor y la muerte. Más allá de la imagen de artista deprimido, enfermo, alcohólico, solitario y psicológicamente perturbado que tuvo una infancia desgraciada y odiaba a las mujeres, la frescura y el radicalismo de su obra priman por encima de la leyenda.
La muestra se enriquece con algunos
de los textos que le llevaron a considerarse a sí mismo tan escritor como
artista, llenando durante toda su vida
centenares de cuadernos de notas con sus reflexiones, aforismos y manifiestos
inherentes a sus pinturas. Los impulsos y las obsesiones ocultas del género
humano se unen a los asuntos filosóficos y espirituales dejando a un lado los
detalles de la vida doméstica. Respirar, sentir, sufrir y amar son verbos que
imperan en la psicología de unos personajes que imponen la dimensión espiritual
al mundo visible y cotidiano.
Cada obra expuesta en el Thyssen supone una escena independiente en una muestra formada por pintura y obra gráfica en la que el espectador más hábil se percatará de que el conjunto adquiere un
equilibrio a través de las formas, escenarios y figuras que se repiten en los
distintos cuadros que integran cada sección de una exhibición dividida por sentimientos como la soledad, la melancolía, el desasosiego o la pasión.
Las actitudes corporales de los personajes tienden a lo
estático, limitándose a representar un estado anímico mediante el anonimato de
unos protagonistas que suelen carecer de rasgos, rendidos a la función de
personificar los arquetipos que dan nombre a la exposición. Prendado del
impresionismo y sobre todo del simbolismo de diferentes artistas del cambio de
siglo, entre la obra expuesta destacan piezas dotadas de
preguntas, extrañezas y espantos que repiten formas, pinceladas y colores.
La presencia del desengaño en el óleo sobre lienzo 'Melancolía',
la vasta añoranza de 'Atardecer', la personificación del sentimiento
existencial del miedo a la muerte en 'La niña enferma' y la presión espacial a
la que somete habitualmente a la figura femenina en imágenes como 'Mujer vampiro en el bosque' y 'Desnudo femenino de rodillas' expresan
los demonios de un artista cuya obra sirve de ejercicio catártico que
ignora el beneplácito del público. Las formas planas y sinuosas, el color simbólico,
la deformación expresiva del cuerpo y la utilización de texturas y técnicas
experimentales gobiernan la circularidad temática y existencial de su trabajo.
El lenguaje artístico y poético de Munch explora conceptos
subjetivos imponiendo la imaginación estética a las limitaciones de la razón.
El desasosiego del visitante que acuda a la muestra, comisariada por la jefa de
conservación de pintura moderna del Museo Thyssen (Paloma Alarcó) y el director
de colecciones y exposiciones del Munch Museet (Jon-Ove Steihaug), que se
exhibe hasta el próximo 17 de enero de 2016, dará paso a la admiración por una
obra poco conocida y de gran sensibilidad.
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