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viernes, 27 de noviembre de 2015

El destino del marginado

EXTRA! 

El realismo en el séptimo arte suele detenerse en las vidas de los más marginales en los barrios periféricos de las grandes ciudades, las zonas más ignoradas por la sociedad. Esa pobreza y miseria captada a través de la visión que nos ofrecen los cineastas es la herramienta más eficaz para concienciar al espectador y darle a conocer una realidad muy diferente de la que retratan los medios de comunicación. El director mexicano Arturo Ripstein es un veterano en este tipo de cuestiones y su última obra todo un homenaje a ese mundo extremo que da voz a quienes están predestinados a sufrir por nacer en el lugar equivocado. Hablamos de 'La calle de la amargura', una cinta que llega a la cartelera española el viernes 27 de noviembre retomando un caso de homicidio real.

La guionista Paz Alicia Garciadiego, habitual colaboradora del autor, se encarga de presentar una historia en la que dos luchadores profesionales, Espectrito Jr. y La Parkita, son asesinados por dos prostitutas, Adela (Patricia Reyes Spíndola) y Dora (Nora Velázquez) que, con el objetivo de robarles, acaban con sus vidas en la habitación de un hotel. Situada la acción en el barrio de Cuauhtémoc, en la Ciudad de México, la película ofrece una amarga visión desde el preciosismo que caracteriza al realizador, siempre interesado en denunciar la precariedad en la que se ven inmersos sus conciudadanos, resignados a una rutina agonizante, claustrofóbica e irremediable.

Bien es cierto que ese universo sin esperanza no es nada nuevo. La extrema realidad plasmada rompe con la naturalidad hasta transformarse en un espectáculo teatral propulsado por la exagerada dramatización de unos diálogos cargados de ironía. Es ese toque de comicidad el que aporta gran dinamismo al metraje, siendo inevitable refugiarse en ese placebo cuando el destino se presenta doloroso. Sin tiempo para la improvisación, Ripstein deja todo atado para que el espectador comprenda el espacio en el que fluyen la narración y la psicología de sus personajes, sobre todo la de las dos mujeres protagonistas a las que dedica una mayor atención centrándose en sus vidas, familias, necesidades y deseos y el porqué se ven arrastradas a cometer un delito.


Las estrellas de la producción, Reyes Spíndola y Velázquez, explotan su gestualidad dando vida a dos seres atormentados por su presente, pero no son las únicas. El director da voz a personas anónimas: ancianas que se dejan arrastrar, adolescentes incapaces de ver la precariedad en la que viven, maridos travestis que también se prostituyen, jóvenes que hacen lo que sea por unas monedas, vecinas escandalizadas que no dudan en echar reprimendas a la menor oportunidad, enanos que trabajan como mascotas en un ring, etc. Todos tienen su momento a lo largo de la película. Todos sienten frustración por malvivir en un mundo que no les corresponde.

Entre tintes religiosos y supersticiosos que recuerdan al gran cineasta español Luis Buñuel, la atmósfera se vuelve cada vez más opresiva. El director de fotografía Alejandro Cantú trabaja con un trágico blanco y negro saturado para realizar una labor sublime en la que se da rienda suelta a los elegantes planos secuencia del autor.

El preciosismo técnico termina siendo el aspecto que más interés despierta frente a una historia que no termina de lograr la empatía del público durante 100 minutos de estética visual abrumadora. Arturo Ripstein no puede negar el nivel de profesionalidad tan perfeccionista que le caracteriza cuando, dentro de poco, se cumplen 50 años de la publicación de su primer largometraje, 'Tiempo de morir'.


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