EXTRA!
Pocos hubieran imaginado el nivel de éxito que alcanzaría 'Ocho apellidos vascos' cuando se estrenó el pasado 14 de marzo de 2014. El veterano director español Emilio Martínez Lázaro y su equipo no daban crédito a las altas cifras que obtuvo en taquilla y mucho menos los logros que cosechó. La película marcó un antes y un después en la historia del cine español, recuperando a ese público que había perdido la confianza en la industrial nacional. La cinta se convirtió en la clara muestra de que el boca a boca puede tener mayor impacto que el habitual bombardeo publicitario. Las noticias de una secuela no tardaron en llegar y un año y medio después aterriza en la cartelera española 'Ocho apellidos catalanes', que se estrena este viernes 20 de noviembre.

Pocos hubieran imaginado el nivel de éxito que alcanzaría 'Ocho apellidos vascos' cuando se estrenó el pasado 14 de marzo de 2014. El veterano director español Emilio Martínez Lázaro y su equipo no daban crédito a las altas cifras que obtuvo en taquilla y mucho menos los logros que cosechó. La película marcó un antes y un después en la historia del cine español, recuperando a ese público que había perdido la confianza en la industrial nacional. La cinta se convirtió en la clara muestra de que el boca a boca puede tener mayor impacto que el habitual bombardeo publicitario. Las noticias de una secuela no tardaron en llegar y un año y medio después aterriza en la cartelera española 'Ocho apellidos catalanes', que se estrena este viernes 20 de noviembre.
No se podría
haber escogido una fecha más polémica, bajo la sombra del 40 aniversario
del fallecimiento del dictador Francisco Franco y el proceso de independencia de Cataluña, un tema que colapsó los medios de comunicación hasta hace pocos días. Esta cuestión es aprovechada en forma de gag y como telón de fondo de una trama que transcurre un año después del final de la primera parte.
Amaia (Clara Lago) y Rafa (Dani Rovira) han dejado su relación. Mientras que él regresa a Sevilla, ella se traslada a Girona, donde
se compromete con Pau (Berto Romero).
Cuando Koldo (Karra Elejalde) se entera de la noticia por boca de Merche (Carmen Machi), decide salir de Euskadi por primera vez y recorrer la costa española con el fin de darle la noticia a Rafa,
que no duda en acudir a la boda para boicotearla. Allí le esperan la abuela de Pau, Roser (Rosa María Sardá), que cree que Cataluña ya es un estado
independiente, y Judit (Belén Cuesta),
la organizadora del banquete.

El reparto cuenta con los actores de la primera producción, agregando nuevos
rostros que aportan cierta frescura. En esta ocasión, Rovira no da la talla y deja de
ser el centro de atención en favor de Elejalde, que protagoniza los mejores
momentos de la historia con más carisma que sus compañeros. Por
su parte, Lago se mantiene en su línea, mientras que Machi pasa a un tercer plano con menos intervenciones. La
incorporación de Sardá es uno de los
principales atractivos, metiéndose en la piel de un personaje desaprovechado
por los pocos instantes que el guión le facilita y haciendo suyo un papel que sólo ella podría interpretar. Mientras tanto, el personaje hipster de Berto Romero tiende a la exageración e inverosimilitud por los escasos registros que
se le permiten.
La secuela sigue
siendo poco original dentro de su temática, prescindiendo de dosis de humor para centrarse en el romance. Lo que da pie al enredo se
convierte en un intento fallido que resta la simpatía que se había conseguido
con la primera parte. Pese a su extrema sencillez y falta de ritmo, los guionistas Borja Cobeaga y Diego San José logran hacer reír al espectador con alguna que otra escena, cumpliendo a duras penas con las expectativas del público. Rodada mayormente en exteriores, la labor
fotográfica es el único aspecto que sigue manteniendo su calidad, aprovechando
los impresionantes espacios rurales que proporciona el paisaje catalán.
'Ocho apellidos catalanes' no cumple con lo esperado, tal vez por las ansias de aprovechar el filón de la primera entrega. Martínez
Lázaro pasará a los anales por su anterior creación, pero no por una saga cuyo origen puso el listón demasiado alto. Actores de peso
desaprovechados y una cuestión como la independencia catalana podrían haber
dado mucho más juego en la que querría haber sido, de nuevo, la película española del año.
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