
Treinta años después de la victoria de la Alianza Rebelde sobre la segunda Estrella de la Muerte, la saga espacial que ha recaudado más de 33.000 millones de euros en todo el mundo desde que saliera a la luz su primera película, 'La guerra de las galaxias', vuelve a estar de actualidad con el estreno del séptimo capítulo del fenómeno social gestado por George Lucas. Con J.J. Abrams ejerciendo de director, el western futurista que marcó a millones de personas tras su aparición en 1977 inicia así una nueva trilogía en la que las naves espaciales y espadas láser siguen caracterizando unas cintas de ciencia-ficción que continúan reventando taquillas al mismo tiempo que presumen de los últimos avances en efectos especiales. Ahora, además, con Disney al mando de la productora Lucasfilm.
Con
la galaxia todavía en guerra y una nueva República constituida, una siniestra
organización llamada la Primera Orden ha resurgido de las cenizas del Imperio
Galáctico. Mientras que los héroes de antaño luchan en la Resistencia, nuevos personajes
se enfrentan a las fuerzas del mal. Un piloto de caza, un desertor de la
Primera Orden, una joven chatarrera y un tierno androide rodante llamado BB-8 protagonizan
algunas de las escenas más ágiles de 'El despertar de la fuerza', donde la
acción y el misterio ante la desaparición de un pilar de la trilogía original
dominan los 130 minutos de metraje.
Convertida
en el mejor estreno de todos los tiempos, con 238 millones de dólares recaudados
sólo en Estados Unidos en su primer fin de semana en salas, la película
cuenta con la perfecta recreación del universo Star Wars, a pesar de
fallar al introducir determinados gags
de humor que sacan al espectador de la historia, algo que también ocurre cuando
el universo espacial queda en un segundo plano para dar alas a las carreras de un hombre y una mujer que se gustan.
El
guión no está a la altura de episodios como 'El imperio contraataca' o 'La venganza de los Sith', excediéndose en el homenaje a la película original hasta
convertir la nostalgia en un recurso constante, comprensible en el regreso de
personajes clásicos pero no tanto en la sensación de déjá vu a partir de la utilización de escenarios y tramas más
propios de un remake que de una secuela.
Las largas colas y buenas críticas de la prensa especializada, sin embargo,
parecen quedar satisfechas ante un nuevo capítulo que difícilmente analizarán
en profundidad quienes sólo necesitaban volver a leer el mítico prólogo con
letras amarillas para sentirse de nuevo en casa.

Nos
ahorramos, eso sí, el papel irritante que en la nueva trilogía tuvo Jar Jar
Binks y en la original esos osos de medio metro llamados
ewoks a los que todo seguidor querría haber ahogado en el lago. Aunque Adam
Driver está correcto como el temible Kylo Ren, no brilla tanto como en
anteriores producciones en las que ha trabajado: su maldad desaparece en cuanto
le vemos la cara. Convence Daisy Ridley como Rey en un papel protagonista
femenino que deja a un lado la típica figura de princesa para meterse en la piel
de una cazatesoros abandonada por su familia acostumbrada a buscarse el pan. La
química entre ella y un carismático John Boyega como Finn, todo hay que decirlo, es
prácticamente nula.
La
música de John Williams vuelve a formar parte de la nueva película de la saga,
logrando que orquesta y acción se compenetren a la perfección tras tener que
renunciar a escribir la música de la última cinta de Steven Spielberg, 'El puente de los espías', para poder centrarse en esta producción, compleja en su
técnica y logística. Respecto a la fotografía de Daniel Mindel, suyo es el
mérito de ofrecer vistas soberbia como la de los planos generales en el
desierto o la profundidad visual de la terrorífica escena en la que el capitán
de los troopers organiza un batallón
que el mismo Abrams admitió haber tomado del recuerdo de la Alemania nazi.
Muchas
han sido las expectativas que los fanáticos del imperio económico de George
Lucas han puesto en esta nuevo largometraje que presume de agilidad y recuperación
del espíritu de la saga durante dos horas y diez en las que las posibilidades
narrativas de J.J. Abrams quedan reducidas a satisfacer al espectador mediante
la presencia de elementos clásicos en perjuicio de la originalidad que habría
merecido la historia. Será difícil acercar posturas entre aquellos que valoren la película como un simple producto cinematográfico y quienes lo hagan como un
nuevo caramelo de la saga que marcó su vida. Disfrútenla y decidan por sí mismos.
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