
Crecer dentro de las posibilidades que limitan al ser humano es hablar de superación. Resulta alentador observar la eficacia con la que el director teatral Pablo Messiez aborda la complejidad estructural de la novela 'Distancia de seguridad', de la escritora argentina Samanta Schweblin, cuya adaptación escénica se mantiene fiel al doble espacio temporal que se intercala a la velocidad de un partido de ping-pong. 'La distancia' se representa de jueves a sábados en el Teatro Galileo hasta el próximo 1 de abril.
Una moribunda trata de comprender
cuáles son los hechos que la han llevado a su crítica situación partiendo de
los recuerdos diluidos que David, voz perteneciente a una dimensión ajena, intenta anclar en su memoria. Messiez se aleja
de la narración lineal que le consagró en su última obra, 'La piedra oscura',
ampliando su naturaleza creadora para alumbrar una delicada pieza que, pese a
su dinamismo, requiere una predisposición por parte del público para ser
aprovechada con éxito.
Dar por sentada la inteligencia del espectador
es un hecho tan claro y constante en la trayectoria del autor argentino como la
alta calidad interpretativa de su obra. El actor Fernando Delgado mantiene la
atención y energía necesarias para encarnar a David, el niño que zarandea los recuerdos de Amanda, interpretada por una María Morales
franca, sólida y orgánica que consolida la credibilidad de la historia.
Por su parte, Luz Valdenebro en
el papel de Carla incorpora las notas delicadas, bellas y ligeras que
equilibran una función empapada por el magnetismo y persuasión de Estefanía de
los Santos en un papel doble. La actriz sevillana cierra la función con un
monólogo afilado que revive los momentos más carismáticos y poéticos de su
incontestable trabajo en otra obra, esta vez propia, del mismo autor, 'Las plantas', representada la temporada pasada en el Teatro Lara.

En el texto se cuestionan temas
como la virginidad de la naturaleza o la responsabilidad de los padres sobre
los hijos, induciendo a conclusiones que arrojan claroscuros sobre lo
convencionalmente aceptado o deseado. La distancia de seguridad entendida por Amanda como 'esa
distancia variable que me separa de mi hija y que me paso la mitad del día
calculando, aunque siempre arriesgo más de lo que debería' no es suficiente para librarlas de un mal que inunda al pueblo donde
han decidido pasar sus vacaciones.
La angustia propia del tiempo
narrativo abraza el transcurso del montaje, quizá para hacer explícitas y
notorias las emociones que dominan a unos personajes unidos por un enemigo
invisible que se escapa a los sentidos. ¿Se pueden transmutar los roles entre padres e hijos? ¿Se debe
priorizar la observación sobre el alarmismo? Las interpretaciones y conclusiones sobre las que
reflexionar reviven el espíritu crítico y transversal que el teatro ofrece a quien
disponga de un poco de tiempo para disfrutarlo.
'La distancia' es una obra profunda llena de matices que invita a la reflexión sobre la
naturaleza del ser humano. Pablo Messiez se vale de una escenografía sencilla y
efectiva para resolver con éxito la complejidad estructural de una pieza - de apenas una hora de duración - magistralmente interpretada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario