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viernes, 17 de junio de 2016

Fantasmas del pasado

EXTRA!

En la actualidad son pocos los cineastas considerados maestros del terror, pero si de algo puede presumir el director malayo James Wan es de haber conseguido ser calificado como tal sin llegar a los 40 años. Con una potente filmografía compuesta por títulos tan aclamados como la primera parte de la popular saga 'Saw', 'Insidious' e 'Insidious 2', Wan ha logrado no sólo afianzarse en uno de los géneros más maltratados por la taquilla, sino que además ha conseguido atraer a nuevos espectadores al gusto por el horror más inteligente. A partir del viernes 17 de junio, la cartelera española recibe una de las cintas más esperadas del año, 'Expediente Warren: el caso de Enfield', que sucederá a la propuesta de 'The Conjuring'.

El autor recurre a una historia basada en hechos reales, un caso conocido por ser uno de los fenómenos paranormales más escalofriantes que incluso ha sido recogido por los medios de comunicación en varias ocasiones. Un suceso difícil de olvidar para el que el realizador se ha preparado a conciencia junto a David Johnson y los hermanos guionistas Carey y Chad Hayes. Durante la década de los años 70, una madre soltera, Peggy Hodgson (Frances O´Connor), y sus cuatro hijos residen en un chalet adosado en la localidad inglesa de Enfield, en donde tendrán lugar sucesos que parecen no tener explicación. El veterano matrimonio de demonólogos Lorraine (Vera Farmiga) y Ed Warren (Patrick Wilson) se desplazarán a Inglaterra para investigar y ayudar a la pequeña Janet (Madison Wolfe) y a su familia.

La película dedica un escueto prólogo para recordar lo sucedido en la primera parte hasta dar paso a la pareja protagonista, que sigue defendiendo su oficio por encima de las acusaciones de los más incrédulos. Cuando más mentalmente debilitados se encuentran, sobre todo en el caso de Lorraine, prácticamente agotada, surge la posibilidad de recuperar el sentido de todo aquello en lo que creían y demostrar que pueden enfrentarse a lo imposible cuando otros son incapaces. Tanto Farmiga como Wilson conectan fácilmente con el espectador gracias a la nueva profundidad que adquieren sus personajes en la secuela. Sus conflictos quedan expuestos, mostrando una mayor cercanía a través de una subtrama enfocada más al drama. Más destacable es aún la interpretación realizada por la joven Wolfe que, pese a su temprana edad, encara un papel de gran dificultad sin aparentes complicaciones, evidenciando perfectamente el sufrimiento de su personaje.


Al más puro estilo clásico, Wan recurre a acrecentar la tensión a lo largo de 133 minutos de metraje en los que incluye mayores dosis de sustos y golpes de sonido sin dar respiro a un público que únicamente encontrará consuelo en instantes de comicidad muy apropiados que logran relajar un ambiente oscuro y tétrico recreado por el director de fotografía californiano Don Burgess, un nombre habitual en grandes producciones hollywoodienses. Junto a la siniestra banda sonora a cargo del compositor norteamericano Joseph Bishara, indispensable en el equipo del autor, el miedo a los fantasmas y la posesión demoníaca se hacen palpables hasta el último segundo, momento en el que el metraje presenta los datos reales del suceso y unas escalofriantes grabaciones durante los títulos de crédito.

El silencio recupera un terrible significado, aumentando el interés y el temor por parte del espectador, que ve cómo el ritmo fluye de forma cada vez más vertiginosa a pesar de que la narración presenta los hechos con total cautela, desmigajando los detalles que logran que la secuela supere con creces la primera parte. El atractivo terror visual que desarrolla el cineasta despierta las peores pesadillas a través de una elegancia técnica que se despliega y demuestra el fantástico talento que posee el realizador, sin el cual la película perdería parte de su excelente calidad.

El regreso de Wan a la gran pantalla no podría ser más interesante y motivador en una de las mejores cintas que llega esta temporada a la cartelera. Un trabajo del que es imposible salir indiferente, con el que el público volverá a disfrutar de una producción que le llevará a caer en las garras de un maestro del género. Aunque se suele decir que las segundas partes nunca son buenas, en este caso hay que hacer una agradable excepción.


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