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lunes, 4 de julio de 2016

La noche más dura de Cultura Inquieta

EXTRA

La segunda jornada de la nueva edición del Festival Cultura Inquieta de Getafe contó con algunos de los grupos más cañeros del panorama rock español. Las míticas bandas Saratoga, Ñu y Barón Rojo se dieron cita el pasado viernes 1 de julio en el Polideportivo de San Isidro para realizar un repaso por sus mejores temas y demostrar que el género está en plan forma, sobre todo gracias a los incondicionales que no dudaron en acudir a la cita. Una interesante propuesta en la que se fusionaron las canciones de siempre, los recuerdos del pasado y los nuevos proyectos, ya que los tres grupos siguen al pie del cañón.

Casi en pleno atardecer y refrescando el caluroso ambiente veraniego que no suele perdonar, Saratoga salió al escenario como un enérgico huracán para continuar con su gira 'El regreso' y derrochar fuerza con su último álbum, 'Morir en el bien, vivir en el mal', proyecto que vio la luz el pasado mes de mayo y que el público demostró conocer bien. 'Perseguido', el primer tema del disco, dio el pistoletazo de salida a un concierto en el que, a pesar de ir llenándose de público lentamente, hizo saltar y cantar a los presentes. El vocalista, Tete Novoa, se mostró enérgico en los clásicos 'Contigo sin ti', 'Lejos de ti', 'Con mano izquierda', el indispensable 'A morir' 'Heavy metal', uno de los temas que mejor funcionaron, para regresar a la actualidad con 'Etérea'.

No cabe duda de que el cantante tiene una gran voz, algo que, junto a la complicidad y el talento que demuestra el conjunto, sirvió para cumplir expectativas. Con 'Resurrección' y 'El vals de la rosa', que condena la violencia de género, el espectáculo entraba en su recta final para rematar con 'Como el viento' 'Perro traidor', dando paso a los veteranos Ñu. Han pasado 32 años desde su debut y, a pesar de ello, la banda sigue rebosando ganas y empeño cargados de su esencial toque de rock setentero con flauta y violín en mano. El interesante repertorio comenzó con una extensa introducción con Peter Mayr al teclado para entonar 'Viejos himnos para nuevos guerreros', seguido del hechizo de 'Animales salvajes' o el gran éxito 'No hay ningún loco', con el que los seguidores acompañaron a la inconfundible voz de José Carlos Molina.


No podían faltar algunos de sus primeros temas, como 'Prepara' o 'Fuego', al igual que 'Más duro que nunca', que no se escuchaba desde hace tiempo. Un público animado disfrutó con el mítico 'Ella', mientras que 'El tren' y 'El flautista' se unió la violinista Judith Mateo, con quien se alcanzó un auténtico clímax en un concierto perfecto. El líder, agradecido por la entrega de los asistentes, añadió dos canciones más al setlist en un bis con algún traspiés: en 'Sé quién' el micrófono rodó por el suelo, concluyendo la actuación con la intimista 'Una copa por un viejo amigo' y las disculpas del vocalista.

Barón Rojo no se hizo esperar. 'El pedal' y 'Al final, perderán' introdujeron a los asistentes en una máquina del tiempo con constantes idas y venidas. De la emocionante 'Tierra de bondad', del año 1983, surgió 'Incomunicación', con un sonido vibrante y auténtico que evocó aires del año 1981 con 'Botas sucias', tema con el que los más fieles se hicieron escuchar. A viva voz entonaron 'Arma secreta' y el casi olvidado 'Fugitivo', encumbrando con la letras de 'Las flores del mal' un espectáculo muy esperado. También hubo tiempo para 'Cuerdas de acero' mientras la noche se hacía cada vez más profunda. No tardaron en tocar una de las piezas más queridas del grupo, 'Hijos de Caín', un auténtico himno que dio pasó a otros clásicos imprescindibles como 'Hermano del rock and roll', 'Los rockeros van al infierno' y 'Desertores del rock'.

Es indudable su recorrido, talento y profesionalidad. Barón Rojo es toda una institución del género que recordó que lo más importante de un concierto es el público. Una oración que invitaría a un ansiado bis con cuatro regalos llamados 'Concierto para ellos', 'El rey del pinball', 'Resistiré' y, la joya de la corona, 'Siempre estás allí'. Y qué mejor despedida que la emocionada frase '¡sois la esencia del rock!' por parte de quienes han marcado la vida de varias generaciones y siguen manteniéndose fieles a su inconfundible esencia. Un colofón inolvidable para una jornada que muchos repetirían en bucle con el fin de recordar otros tiempos y rememorar la fuerza y el verdadero poder del rock.


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