
Agustina y Lidia, tía y sobrina, viven juntas. Frente a la televisión, de la que no se despegan, comentan y se burlan de las desgracias ajenas. Dos mujeres acostumbradas a una vida sencilla, con más penurias que lujos, se ven obligadas a salir de su caverna para disfrutar de un crucero con el que han sido agraciadas, teniendo que relacionarse con el mundo exterior, del que no están acostumbradas a formar parte.
Durante el viaje, el espectador de 'Las princesas del Pacífico' acompaña a las protagonistas en un todo incluido de emociones, cambiando de
opinión sobre ellas, pasando de la reprobación a la risa, la
tristeza (que enseguida se transforma en sonrisa) o la comprensión.
Porque son socarronas, desagradables y vengativas pero lo hacen todo con
una sinvergonzonería y un carisma insuperable. Rebeldes porque el
mundo las ha hecho así, poco a poco irán revelando el origen de su frío y
amargo carácter.
Una historia con deje
andaluz que bien podría situarse en cualquier punto del mundo, partiendo
de una idea surgida hace años en Sevilla, escrita por Alicia Rodríguez y Sara Romero junto al director José Troncoso. Después de representarse en diferentes espacios
teatrales madrileños, hasta el próximo 18 de diciembre puede verse en el Teatro Galileo.

La intérprete sevillana Belén
Ponce de León interpreta a Lidia, la sobrina. Ingenua y soñadora, vive feliz dentro del mundo que ha construido su tía Agustina (Alicia Rodríguez),
donde quiere mantenerla con el objetivo de sentirse acompañada, pero también para protegerla de la crueldad del mundo. Ambas actrices sacan lo mejor de sí mismas con
simpatía y descaro, dando vida a unos personajes con una ternura y fuerza interior que van más allá de la grotesca estética que lucen.
Haciendo un uso acertado de las
repeticiones y de hechos que aunque no son explícitos revelan detalles
decisivos para comprender la trama, la ironía
y el humor ácido sirven para narrar la verdadera historia bajo la que se
ocultan 'Las princesas del Pacífico', que tratan de protegerse del resto de la
humanidad. En un continuo esfuerzo por
aparentar y curarse en salud de las posibles críticas ajenas, apagan sus
miedos y sus inseguridades con ofensas y malas palabras hacia los demás.
La conocida danza del Syrtaki sitúa a tía y sobrina en un
crucero por las islas griegas, animando la pieza junto al
desparpajo que demuestran ambas intérpretes. En momentos más
serios, el sonido y la iluminación también juegan un papel importante, añadiendo un
punto de misterio y tensión al montaje, de apenas 70 minutos. Se trata, en definitiva, de una obra que transcurre a toda vela en la que
predomina la diversión. Un buen trabajo que, sin duda, se merece llegar a buen
puerto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario