
El Teatro Fernán Gómez acoge, hasta el próximo 5 de marzo, 'Himmelweg, camino del cielo', la obra escrita por Juan Mayorga, dirigida en esta ocasión por Raimon Molins y protagonizada por él mismo junto a Elena Rayos y Guillem Gefaell. Como es habitual con los textos del dramaturgo madrileño, la obra atrapa al espectador desde el primer minuto, intrigándole y, sobre todo, preguntándole qué haría él en las situaciones que se describen.
La pieza más representada del dramaturgo
madrileño comienza con el testimonio de una representante de la Cruz Roja que cuenta
cómo durante la Segunda Guerra Mundial asistió a un campo de concentración nazi y
realizó un informe en el que sólo podía leerse lo siguiente: 'Las condiciones higiénicas son
satisfactorias. La gente está correctamente vestida, con las diferencias
lógicas entre las clases sociales y los lugares de procedencia. Las condiciones
de alojamiento son modestas, pero dignas. La alimentación parece suficiente'.
Desde el futuro, la autora de estas palabras, magistralmente
interpretada por Elena Rayos, se
pregunta cómo no pudo ver más allá de lo que le mostraron, si tuvo la
posibilidad de hacer algo más, o si debe arrepentirse por haber contado
únicamente lo que vio. Inquietar a los espectadores es uno de los propósitos de
Mayorga, tal y como ha manifestado
en muchas entrevistas. Defiende un teatro incómodo,
más allá del entretenimiento, en el que el público no recibe lo que espera. Y
eso es justo lo que nos encontramos.

Tras esta primera parte, las otras cuatro que componen la producción se sitúan
en el propio campo de concentración y nos van mostrando el porqué y el cómo la
representante de la Cruz Roja llegó
a las conclusiones que luego redactó en su informe. Mayorga da vueltas sobre
temas recurrentes que le obsesionan e impregnan toda su obra dramática, como la
manipulación de la verdad o la coexistencia de la cultura y la
barbarie. Plantea situaciones que, con la Historia como telón de fondo,
presentan un análisis de las miserias humanas. Las relaciones entre víctimas y
verdugos son observadas con lupa para hacer un análisis sobre el poder del
dominador y la docilidad de los dominados.
En escena tenemos al comandante, militar formado y culto que
intenta justificar el salvajismo en el que está inmerso. Raimon Molins es el encargado de dar vida a
este personaje que se debate entre la necesidad y bondad que pueden tener sus actos y la doble moral de justificar lo
injustificable. La fuerza de su interpretación es abrumadora y desprende
pasión a la par que violencia.
Como contrapunto, el comandante mantiene conversaciones con el judío elegido como
alcalde de este campo, Gottfried, que se ve en la tesitura de realizar diversos actos para salvar su pellejo y el de los suyos. Interpretado acertadamente por Guillem Gefaell, es un tipo
nervioso que titubea y tiene el poder de transmitir a todos sus compañeros de
cautiverio las indicaciones del opresor. Él mismo se cuestiona por qué no
se rebelan y siguen el juego.

El resto del elenco está compuesto por marionetas tan expresivas como los tres actores en escena, seres inertes ajenos al vaivén
del cuidado escenario giratorio, obra de Mireia
Trías. Y es que, en ciertas situaciones en las que las personas pierden su
poder de decisión y su dignidad, quizá sea esto en lo que se convierten, en
títeres movidos por intereses diversos.
Asistir a una obra de Juan Mayorga es
siempre un acto inspirador y recomendable. No en vano es el autor español vivo
más representado fuera de nuestras fronteras, galardonado, entre otros, con el Premio Nacional de Literatura Dramática y
el Premio Europa de Nuevas Realidades Escénicas, cuyas obras han sido
traducidas a más de 30 idiomas en todo el mundo. Resulta sin
embargo curioso observar los pocos espectadores que asistieron a disfrutarla el día en el que tuvimos la oportunidad de verla.
Especialmente si vemos el gran éxito que está teniendo 'El cartógrafo', con Blanca
Portillo, en las Naves del Español,
montaje con temática similar y entradas prácticamente agotadas.
Quizá esto sólo sea el reflejo de cómo nosotros, las
marionetas, nos movemos al son de quienes deciden mediante estudiadas técnicas publicitarias qué vemos y qué no, qué
hacemos este sábado y en qué empleamos nuestro dinero. Por
eso os animamos a
cortar las cuerdas y a ver, sin miedo a equivocarse, 'Himmelweg,
camino del cielo'.
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