
Coincidían los artífices de la pieza teatral 'Blackbird' en que el suyo es un texto que provoca en quien lo lee deseos de representarlo. No fue hasta el pasado 7 de abril cuando el equipo capitaneado por la directora madrileña Carlota Ferrer alzó el telón del jugoso Teatro Pavón Kamikaze para estrenar una de las obras más contundentes de la temporada dentro del XXXIV Festival de Otoño a Primavera. Este pájaro enfangado, del dramaturgo escocés David Harrower, permanecerá en cartel hasta el próximo 7 de mayo.
Los actores Irene Escolar y José Luis Torrijo protagonizan una sucesión de escenas descarnadas que golpean al espectador durante 90 minutos con cuestiones que van más allá de la legalidad y de lo cotidiano. La duda, esa tierra fértil e inagotable que ha posibilitado la existencia del teatro a lo largo y ancho del planeta, se presenta en 'Blackbird' como un habitante más, una sombra alargada de los personajes sin la que la acción no puede suceder.
El primer impulso es juzgarlos.
Sentir rechazo o compasión por quienes parecen estar perdidos en una sala de oficina cualquiera. Sin embargo, el argumento se desliza por
las abruptas laderas de un amor prohibido, oculto y vergonzoso para la
sociedad. Sus protagonistas, Una y Ray, comparten una dolorosa experiencia
pasada pero, sobre todo, la savia de un romance que aún eriza sus
pieles y sus más húmedos instintos.

La escenografía subraya la acción al dividirse en dos espacios que reproducen el presente y el
pasado. Un escenario realista para lo que sucede ahora y otro más simbólico que
ayuda a desgranar la historia acontecida. La escenografía de Mónica Boromello, que identifica
la pureza y la corrupción con elementos muy sencillos, propone un juego visual que
genera profundidad y se apoya en las proyecciones del realizador Jaime Dezcallar.
Una de las razones por las que 'Blackbird' no se había montado en España hasta ahora era el rechazo por el personaje masculino. José Luis Torrijo lo absorbe con una naturalidad propia de los
grandes actores, similar a la de los cantantes líricos que abordan las notas
agudas con maestría. Por su parte, Irene Escolar pasea su
sabiduría sobre las tablas con una interpretación que juega a la contención
pero que en realidad es una fuente explosiva de agua que empapa y desploma a
quien se acerque. Un personaje tan lleno de contradicciones como de honestidad que remueve y suscita gran curiosidad.
Lo que Carlota Ferrer consigue
con su visión de 'Blackbird' es agitar el espíritu crítico de una sociedad
aplastada por las leyes, destapando las relaciones sentimentales entre menores
y adultos. Una cuestión nada trivial si se tiene en cuenta que constituyen un
delito en la mayoría de países desarrollados. Una vez más, son las tablas
quienes posibilitan un debate que convierte al texto en una joya de la
dramaturgia moderna. Que no falten nunca obras como 'Blackbird', con todas sus
aristas y posibilidades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario