
La importancia de ser capaz de ir a contracorriente es fundamental, no sólo porque es un modo de resistencia frente a aquellos que pretenden un mundo homogéneo (mucho más sencillo de dominar) o porque sea una expresión esencial de libertad, sino también porque en esa fuerza que navega contra viento y marea reside el verdadero genio: el motor que lleva hacia algo que nadie había hecho hasta el momento. El pintor griego de padres italianos Giorgio De Chirico bien sabía de esto, pues con su pintura metafísica fue uno de los precursores del surrealismo cuando todavía no gozaba de la aceptación y el reconocimiento del público para después, cuando este movimiento alcanzó el éxito, renegar de él y poner el énfasis en la vuelta a los orígenes.
Tras su paso por Barcelona llega a CaixaForum Madrid la mayor antología jamás reunida en España sobre la figura de este enigmático artista, 'Sueño o realidad. El mundo de Giorgio De Chirico', que busca una mejor comprensión de su universo. Para ello, la muestra, que puede visitarse hasta el próximo 18 de febrero, acoge más de 140 piezas (no sólo óleos, sino también dibujos, litografías y esculturas) cedidas en su mayoría por la Fondazione Giorgio e Isa de Chirico, encargada de administrar el legado del autor desde 1988. Muchas de las obras metafísicas no son las originales, pintadas a principios del siglo XX, sino que se trata de reelaboraciones realizadas por el propio De Chirico en los años 60 y 70. Salvando este hecho, la exposición consigue dar una visión profunda sobre uno de los más importantes pintores italianos del siglo XX.
Seis son los ámbitos temáticos en los que se centra la
retrospectiva y que van desgranando las claves esenciales de su visión del
mundo. Primero, los retratos y autorretratos, entre los que se puede ver a De
Chirico vestido como en el siglo XVII, al estilo de Rembrandt o van Dyck. Después, los interiores metafísicos pintados en la ciudad de Ferrara, en
los que ya se observan los sellos más distintivos del autor: la belleza de la
geometría, la recuperación simbólica de los clásicos del Renacimiento y del
Barroco, la teatralidad, el mundo de las apariencias (el creador también fue escenógrafo) y, sobre todo, el concepto de enigma que hace que su obra sobrecoja.

No podían faltar la plaza de Italia y los maniquíes, tema
principal de la pintura metafísica que incluso emula el montaje expositivo. La influencia de sus lecturas de Nietzsche y
Schopenhauer queda patente en un intento de mostrar el lado menos común de
lo ordinario y en la búsqueda de la esencia de la realidad. El tiempo se detiene, el misterio lo ocupa todo y el vacío sólo se ve alterado por figuras inexpresivas abiertas a numerosas reinterpretaciones.
Otra de las principales temáticas del autor se recoge en 'Baños
misteriosos'. Hombres vestidos según la moda de los años 30 junto
a hombres desnudos que se sumergen en bañeras de misteriosas aguas-parquet, como definió el propio De Chirico, constituyen el centro de una sección que
pertenece a su etapa neometafísica.
Por último, en 'Historia y Naturaleza' se recogen sus proyectos de
los años 30 y 40, en las que el autor redescubre la belleza clásica del
Renacimiento y del Barroco. Además de copiar temas clásicos para poner a
prueba su capacidad de imitación, recurre al bodegón para reflexionar sobre la vida silenciosa, mientras
introduce objetos sin contexto alguno. Quizá no sea su mejor etapa a nivel
técnico y, desde luego, la huella que deja en el espectador su pintura
metafísica es infinitamente más profunda, pero constituye una buena muestra del
carácter rebelde y único de Giorgio De Chirico, un artista único que navegó a
contracorriente.
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