Parecía que no iba a suceder nunca, pero todo apunta a que el invierno ha llegado para quedarse. Nada mejor contra el frío y las lluvias que hacerse con una buena lista de refugios gastronómicos donde guarecerse y disfrutar de la intimidad que esta época del año propicia. Sin duda, el acogedor restaurante italiano Pasta Mito es un candidato ideal para burlarse de las bajas temperaturas, al mismo tiempo que se degustan suculentos manjares.
En el número cinco de la calle Alburquerque, muy cerca del ajetreo malasañero y a dos pasos de la estación de metro Bilbao, Pasta Mito espera a sus comensales con las mesas bien puestas y una sonrisa de oreja a oreja. Hay pocos locales en la zona para guardar reposo y alumbrar conversaciones como este coqueto italiano, aunque durante el fin de semana puede ser complicado encontrar sitio entre tanto foodie. El espacio tiene capacidad para 40 personas y abre de lunes a viernes de 09.00 a 22.30 h., los sábados hasta las 15.00 h., tomándose el domingo como día de descanso.
En el número cinco de la calle Alburquerque, muy cerca del ajetreo malasañero y a dos pasos de la estación de metro Bilbao, Pasta Mito espera a sus comensales con las mesas bien puestas y una sonrisa de oreja a oreja. Hay pocos locales en la zona para guardar reposo y alumbrar conversaciones como este coqueto italiano, aunque durante el fin de semana puede ser complicado encontrar sitio entre tanto foodie. El espacio tiene capacidad para 40 personas y abre de lunes a viernes de 09.00 a 22.30 h., los sábados hasta las 15.00 h., tomándose el domingo como día de descanso.
Siguiendo
la estela del risto-shop que desde
hace más de tres años triunfa en el Mercado de Chamartín, Pasta Mito no
necesita una interminable carta para dar en la diana del buen comer y dejar a
sus feligreses más que satisfechos. El lugar apuesta por ingredientes
de calidad que hablan por sí mismos, como una buena burrata, pasta fresca o el superlativo mascarpone con el que se
elabora un tiramisú que no acepta imitaciones. Por menos de ocho euros se puede
alegrar el estómago con el excepcional y cremoso queso de la burrata que, acompañado de tomate semiseco,
conforman la ecuación perfecta entre sabor y textura.

Si
eres de los que se excusan por no saber cocinar las verduras, es recomendable
pedir la melanzane alla parmigiana,
un plato típico del sur de Italia en el que una jugosa berenjena se monta a
capas con salsa de tomate y queso. Para continuar con el festín, pocas opciones mejores que una pasta fresca que alberga el espíritu italiano de apreciar
la sencillez en las preparaciones. Son muchas las opciones que el restaurante
ofrece para configurarla, pero nos decantamos por recomendar la pasta fresca con relleno elaborato. El de ricotta, mozzarella de bufala y espinacas es un espectáculo sólo a la altura de otro
interior explosivo, el de queso gorgonzola
y pera.
El
punto final de este agradable paseo por la gastronomía vecina lo ponen los
postres. Como ya adelantamos, merece la pena elegir el tiramisú de verdad, una
generosa porción que se deshace en la boca y sorprende con un intenso pero
equilibrado dulzor. El precio para dos comensales que optan por un entrante, dos segundos y un postre para compartir oscila entre los 15-18 euros
por persona. Se recomienda no dejar de revisar otras propuestas como la pasta con el relleno classici de queso de cabra e higos o alguna de las
siete salsas de la mamma.
En caso de querer ahorrar sin renunciar a la calidad, el local
ofrece un menú diario por 10,80 euros con entrante, plato principal, postre y
bebida. O una segunda opción, al mismo precio, con un único pero abundante plato de pasta.
Antes de salir, es probable que la tienda en la que venden alimentos de
importación italiana engatuse al cliente más cocinillas, quien tiene la
oportunidad de comprar lo que necesita para echar un pulso a Pasta Mito en la
mejor preparación. ¿Alguien se atreve? Que no falte la foto de recuerdo con la
cálida luz que desprende su neón y un grato agradecimiento al servicio que, con
tanta amabilidad, atiende en este entrañable refugio.
Texto de Sara Garzón.
Fotos: David Molina.
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