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El director mexicano Guillermo del Toro sigue sorprendiendo en la gran pantalla. En su filmografía quedan títulos para el recuerdo como el emblemático 'El espinazo del diablo', el multipremiado 'El laberinto del fauno' o su posterior andadura hollywoodiense con 'Pacific Rim' o 'La cumbre escarlata'. Todos ellos con una trayectoria destacada en la taquilla y un especial recorrido por festivales internacionales. Su última película, 'La forma del agua', se convirtió en la protagonista de la 90ª edición de los Oscar, alzándose con los premios a la mejor película, dirección, diseño de producción y música original, aparte de presumir de un gran número de galardones otorgados por la crítica, los sindicatos y otros certámenes.
Junto a la guionista norteamericana Vanessa Taylor, el cineasta crea un metraje a modo de cuento, situando la narración en la década de los 60, en plena Guerra Fría. Elisa (Sally Hawkins) es una joven muda con tres extrañas cicatrices en su cuello que disfruta de la compañía de su vecino Giles (Richard Jenkins). Cada día coge el autobús para ir a trabajar a un laboratorio donde cumple sus funciones como parte del servicio de limpieza junto a su compañera Zelda (Octavia Spencer) y bajo la supervisión de su temible jefe, Richard Strickland (Michael Shannon). Una noche llega al recinto un extraño anfibio (Doug Jones) con forma humana que sorprende al Dr. Robert Hoffstetler. Elisa descubre al ser y se da cuenta de que posee sentimientos, naciendo un vínculo entre ambos por encima de cualquier tipo de moralidad.
'La
forma del agua' es una bella historia que cuestiona los límites de lo correcto. La mente y el corazón son los principales
protagonistas de una narración en perpetua lucha que fusiona elementos
fantásticos, románticos, dramáticos, cómicos, de suspense y espionaje con gran pulso. A excepción de ciertos instantes en los que el ritmo se resiente, la obra capta la atención del espectador desde el inicio, a la espera de un desenlace trepidante tras dos horas de metraje. El encanto de
la trama y de sus personajes conquista.

La dulzura de su protagonista es la principal responsable de que la película sea un éxito desde el arranque. Sally Hawkings rezuma
candor, fragilidad, picardía y simpatía en todo momento. No es de extrañar, por tanto, su nominación
al Oscar, siendo capaz de emocionar sin una sola
palabra. Junto a la gran Octavia Spencer y al cautivador Richard Jenkins,
componen un equipo atractivo y carismático, aunque no se llegue a profundizar en dos personajes secundarios que guardan su propia historia, dejando al espectador con ganas de conocerlos mejor. Por su parte, el papel de villano recae sobre Michael Shannon, involucrado en una labor sobresaliente.
Más allá de un reparto acertado, el trabajo llevado
a cabo por el director de fotografía danés Dan Laustsen sobresale. Su firma se esconde en obras anteriores de Guillermo del
Toro como 'Mimic' o 'La cumbre escarlata', imponiendo de nuevo un refinado mimo y cuidado en el tratamiento de la imagen. La calidez
de los rojos y naranjas entran en contraste con turquesas y azules que
emulan las ondas del agua. Con un toque ensombrecido y algo tétrico por
momentos, el mexicano recrea un excelente imaginario de fantasía, impregnando cada detalle con la esencia de la narración.
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