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Casi 300 años de vida avalan un testimonio fundamental para el estudio del arte textil en España. La Real Fábrica de Tapices de Madrid resguarda una importante colección de joyas que el público encuentra a dos pasos de Atocha, mezclando la maestría y pasión de las manos de maestros artesanos que trabajan con piezas de fabricación propia para importantes instituciones culturales e incluso particulares en busca de la siempre anhelada distinción.
Corría el año 1721 cuando el rey Felipe V fundaba la Real
Fábrica muy cerca de la Puerta de Santa Bárbara. Una familia de tapiceros de
origen flamenco llamada Vandergoten se hacía cargo de la dirección del que se
convertiría en templo de la restauración de alfombras, tapices y reposteros.
Antes de que se trasladaran los telares al edificio actual, diseñado por el
Arquitecto Mayor de Palacio, José Segundo de Lema, el prestigioso pintor y grabador
Francisco de Goya trabajó en sus instalaciones como pintor de cartones, labor
que hoy en día puede disfrutarse - entre otros espacios - en las salas de la fábrica.
Ya en el siglo XX y tras el oscuro periodo de la guerra civil
española, los descendientes directos de los Vandergoten, la familia Stuyck,
vuelven del exilio para hacerse cargo de un lugar que hoy en día recibe a
grupos de visitantes (mañanas de lunes a viernes) que se
preguntan cómo es posible que vecinos y turistas no conozcan como deberían un
espacio declarado Bien de Interés Cultural y situado en pleno Paseo del Arte.
Lugares de tanto renombre como el Congreso de los Diputados,
la Biblioteca Nacional y el mismísimo Senado cuenta con tapices y alfombras
provenientes de una institución que también está presente en hoteles de la
capital tan ostentosos como el Ritz y el Palace, llegando hasta el Hyde Park Hotel londinense
o los Palacios Presidenciales de Chile y Venezuela. La lista de clientes con
los que cuentan por todo el mundo es tan inabarcable como incontables las horas
empleadas por parte de varias decenas de tejedores que pasan su jornada laboral entre delicadas piezas
que exigen entre seis y doce meses de dedicación por metro cuadrado.
Cada obra se adapta al encargo, seleccionándose
minuciosamente el diseño, los materiales y colores para la obtención de
auténticos tesoros presentes en todos los palacios de la Corona
Española. La historiadora del arte y guía oficial de la Real Fábrica explica con orgullo cómo se ha mantenido la milenaria técnica del
tejido de nudo para la elaboración de bellísimas alfombras, mientras los
trabajadores anudan hebras de lana de distintos colores sobre las urdimbres de
algodón que van componiendo un dibujo similar a las teselas de un mosaico. La tradición impera.
Los rigurosos controles de calidad son constantes dentro de
un precioso edificio neomudéjar que hoy en día también ejerce
de fundación, conservando la documentación y divulgación del legado artístico,
cuidando el patrimonio histórico español y trabajando en la restauración de
piezas. Entre ellas sobresale la serie de tapices 'Los Hechos de los Apóstoles', tejida en Flandes en el siglo XVII según los cartones de Rafael Sanzio.
Una delicia que se explic a un visitante que se detiene frente a obras diseñadas por pintores de la talla de Teniers, Juan Gris y Pérez Villalta.
Los tapices de motivos clásicos abundan en telares originales
del siglo XVIII sobre los que trabajan amantes de oficios en vías de extinción
que recuerdan la importancia del trabajo manual. Unos en completo silencio y
otros con música o la radio en sus auriculares, recuerdan
cómo - en los últimos años - han vivido meses muy duros debido a una crisis económica que a punto
estuvo de llevarse por delante una de las últimas manufacturas reales en
activo de este país. Muchos de los trabajadores han llegado a dedicar más de 20 años al
aprendizaje de la técnica textil, señalando la memoria, la experiencia, la
paciencia y la meticulosidad como claves en su rutina.
Los alquileres y la cesión de espacios, por su parte,
permiten la celebración de todo tipo de eventos, presentaciones, actividades institucionales,
culturales y empresariales en diferentes salas y en unos preciosos jardines que
fueron restaurados íntegramente en el año 2010, donde abundan una rica variedad
de especies florales relacionadas con el sector y multitud de árboles
centenarios.
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