
La exposición 'Duchamp, Magritte, Dalí: Revolucionarios del siglo XX', que acoge el madrileño Palacio de Gaviria, es mucho más de lo que su descriptivo nombre indica. La cita reúne 180 obras dadaístas y surrealistas de los autores más destacados de principios del siglo XX, todas ellas pertenecientes a la colección que el milanés Arturo Schwarz donó al Museo de Israel en el año 1988. Además de los tres nombres del título, utilizados para atraer al visitante, se realiza un interesante recorrido por las piezas de otros muchos como Man Ray, Picabia, Max Ernst, Tanguy o Schwitters.
La exhibición está divida en cinco bloques que explican los aspectos teóricos y reflexivos de los creadores y los movimientos que impulsaron, desde las yuxtaposiciones al uso del deseo como motor vital, pasando por el automatismo, la inspiración en la naturaleza y las ilusiones y paisajes oníricos. En lugar de seguir el habitual discurso cronológico, se ofrece una interesante agrupación temática. El dadaísmo y el surrealismo se van mezclando bajo un discurso que los relaciona en lo referido a motores de inspiración, técnicas y desarrollos artísticos.
La primera sección con la que nos encontramos, tras un vídeo
introductorio sobre la muestra, es la denominada 'Deseo: musa y abuso', que
recoge obras concebidas bajo la visión del cuerpo femenino como inspirador
artístico, con la libido como fuerza revolucionaria, además de una visión machista,
cosificadora y dominadora de la relación hombre-mujer. Le sigue 'Yuxtaposiciones maravillosas', con distintos collages, montajes y objetos
cotidianos situados en una ubicación no convencional. Aquí se incluye la
conocida 'Rueda de bicicleta' de Duchamp. En 'El automatismo y su evolución' encontramos desarrollos y piezas relacionadas con el subconsciente, los sueños o
las enfermedades mentales. En esta parte sobresalen algunos trabajo de
Miró, así como interesantes reflexiones sobre su trayectoria.
La cita se cierra con dos bloques titulados 'Biomorfismo
y Metamorfosis' e 'Ilusión y paisaje onírico'. El primero se centra en la
inspiración que los surrealistas tomaron de las formas de la naturaleza y, el
segundo, en la utilización de paisajes oníricos y de mezclas que resultan imposibles
fuera del universo de los sueños para inspirar la mortal y tediosa
uniformidad del mundo de los despiertos.

El visitante que se acerque al Palacio de Gaviria hasta el 29 de julio podrá disfrutar de obras tan conocidas
como 'El castillo de los Pirineos' de Magritte, 'Main Ray' de Man Ray, el 'Ensayo
surrealista' de Dalí o la recreación de la Sala Mae West de Dalí que ha
realizado Óscar Tusquets Blanca en base a la del Museo Dalí de Figueras, todo un filón en la época del selfie y la vida contada a través de
Instagram.
En este recorrido patriarcal de la historia del surrealismo
y el dadaísmo que sigue las corrientes oficiales se agradece encontrar
información sobre Hannah Höch, Leonora Carrington y Dorotea Tanning, tres
mujeres partícipes de estos movimientos. Höch fue una figura clave del
dadaísmo y pionera en la técnica del collage que trabajó junto a Grosz,
Heartfield o Hausmann, y cuyo nombre no se menciona en la historia oficial de
esta corriente. De Carrington, pintora de cuadros surrealistas y
escritora de relatos fantásticos, podemos ver una de sus obras,
y de Tanning se recogen algunas piezas surrealistas que van desde imágenes
oníricas y precisas a formas veladas.
Un punto negativo es
el elevado precio de la entrada reducida. Frente a los 13 euros
que cuesta una entrada regular, los parados, mayores de 65 años, titulares del Carné Joven, acompañantes de personas con movilidad reducida, estudiantes
menores de 25 y jóvenes entre 11 y 18 años pueden acceder por dos euros menos. Es dudoso que esa rebaja ayude a la hora de decidirse por
comprar una entrada. Por no hablar de la falta de acceso para personas con movilidad reducida debido a que el lugar carece de ascensores.
Esperemos que el coste y el éxito de este tipo de
citas organizadas por la compañía italiana Arthemisia (encargada de las
exposiciones anteriores sobre Escher y Mucha) pueda emplearse para llegar a renovar este espacio maltratado, cuidar
de su idiosincrasia y adaptarlo a las necesidades del público.
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