jueves, 15 de agosto de 2019

Tarantino vuelve a los setenta

EXTRA!
Leonardo DiCaprio y Brad Pitt

Si hay un nombre que desata la expectación de profesionales, críticos y público por igual cuando su firma aparece en un nuevo estreno ese es el de Quentin Tarantino (Knoxville, Tennessee, 1963). No es una excepción su último trabajo, 'Érase una vez… en Hollywood', estrenado en Estados Unidos el pasado 26 de julio, que llega a las salas españolas el jueves 15 de agosto.

Hay cosas en Tarantino que nunca faltan ni sorprenden y una de ellas es sus constantes referencias a los géneros de los años setenta que marcaron su infancia y su formación como cineasta: desde el blaxploitation hasta el cine de artes marciales pasando por la serie B y el western. La recién estrenada cinta no es una excepción y en este caso viaja directamente a Los Ángeles de finales de los sesenta, donde Rick Dalton (Leonardo DiCaprio), una estrella del western venida a menos, intenta encontrar su lugar en un Hollywood que está cambiando los revólveres y saloons por las chaquetas vaqueras y las melenas hippies. Lo hará acompañado por su doble de acción Cliff Booth (Brad Pitt), quien no es sólo doble sino también amigo, chófer, consejero... y todo lo que haga falta.

Desde luego que la química entre los protagonistas es el punto fuerte de la película. Sus interpretaciones son fantásticas, pero es el acompasamiento casi milimétrico delante de la cámara lo que vuelve una auténtica delicia cada uno de los minutos que ocupan la pantalla. El reparto está trufado de otros grandes nombres como Margot Robbie, Al Pacino, Kurt Russell o Dakota Fanning a cargo de papeles secundarios pero sin duda memorables.

Con semejante elenco uno esperaría más, mucho más, de 'Érase una vez… en Hollywood'. Si algo tiene el cine de Tarantino es una asombrosa habilidad para crear guiones no sólo ágiles y magnéticos, sino también capaces de dejar frases para la posteridad, desde el cuarto de libra con queso de 'Pulp Fiction' hasta las cabelleras nazis de 'Malditos bastardos'. Por desgracia, nada de eso puede rescatarse esta vez. Sorprende un guion a ratos insulso y a ratos imposible de seguir, con momentos muy breves de lucidez que rápidamente caen en la cháchara intrascendente e incluso aburrida.

'Érase una vez… en Hollywood'

No ayuda tampoco una trama deslavazada y sin conexión aparente en la que el espectador se pasa los excesivos 160 minutos de metraje esperando con ansia un momento que unifique y dé sentido a las escenas que se van sucediendo, algo que lamentablemente no llega a ocurrir. Tan sólo el instante en el que Booth visita un rancho habitado por hippies y una hilarante y efectista secuencia final al estilo Tarantino logran que uno levante un poco el cuerpo del asiento, ansioso por saber qué sucederá a continuación.

Lo que sí tiene que ofrecer este film es nostalgia a raudales. El trabajo de memoria, documentación y mimo en las escenas es, desde luego, sobresaliente. Cada mínimo detalle, desde la elección de planos hasta el atrezzo, está diseñado para empujar al público a ese Hollywood que cambiaba los vaqueros por detectives y los tupés por melenas. Una industria del cine que tenía que aprender a gestionar la irrupción de la contracultura y los derechos civiles en una sociedad como la estadounidense, que había vivido las últimas dos décadas a la asfixiante sombra de la victoria en la Segunda Guerra Mundial. Se nota que Tarantino disfruta rememorando ese mundo audiovisual, a caballo entre dos épocas, del que tanto bebió en su juventud.

En definitiva, no encontramos mucho en 'Érase una vez… en Hollywood' que pueda satisfacer al parroquiano del director americano, pero tampoco hay elementos que puedan sorprender al que no lo es. La película es un intento de combinar sus fuentes y fetiches habituales con un relato más intimista del acostumbrado, sin conseguir rematar ni una cosa ni la otra. Siempre se agradece que un director salga de su zona de confort y se arriesgue a contar otras historias, aunque en este caso el resultado no sea todo lo redondo que podría haber sido. Un nada convencional Tarantino que, quién sabe, quizá sea el preludio de una nueva etapa del cineasta.


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