
Decía el que siempre será recordado como el mejor poeta de la literatura española del siglo XX, Federico García Lorca, que el teatro es la poesía que se levanta del libro y se hace humana. Y al hacerse, habla y grita, llora y se desespera. Porque el teatro necesita que los personajes que aparezcan en la escena lleven un traje de poesía y al mismo tiempo que se les vean los huesos, la sangre. Y esa misión, tan difícil y a la par tan bella, es la que acomete la productora de espectáculos LETSGO en 'Tacones Manoli', uno de los grandes acontecimientos de la temporada en Madrid.
Inspirados en el éxito y la repercusión internacional de la
experiencia inmersiva 'Sleep no more' en Nueva York, Felype de Lima se encarga
de la dirección artística de una obra en la que el público se sumerge en el
universo de 'La casa de Bernarda Alba', de García Lorca, durante algo más de
dos horas en las que cada uno decide sus próximos pasos, como en aquellos
libros de 'Elige tu propia aventura'.
Después de ser citados en un antiguo palacio de Madrid
situado a pocos pasos de la Puerta del Sol y de dejar abrigos y mochilas en el
guardarropa, los asistentes conocen a su anfitriona, Manoli, a la que
interpreta la cantaora Chelo Pantoja, que con sus cartas del tarot decide los primeros pasos de cada persona. Poco después comienza una función que se
desarrolla entre pasillos estrechos y poco iluminados que se recorren en
soledad – o eso, al menos, es lo más recomendable – en un viaje sensorial que
tiene lugar por tres plantas repletas de habitaciones, sorpresas y sabores.

Es aconsejable que quienes usen gafas acudan con
lentillas, ya que toda la velada se disfruta con una máscara que distingue al
público de los dos guitarristas, tres cantaores y 10 bailarines que conforman
un reparto que imparte una lección maestra de teatro gestual, flamenco y cante,
donde los diálogos no existen y se exige silencio y olvidarnos durante un rato
de la adicción al móvil.
El trabajo de reforma que ha sufrido el edificio es
admirable, así como el empeño en transportar a los asistentes al ambiente
claustrofóbico de una obra que se recomienda conocer o revisitar antes de
acudir a la cita, ya que de lo contrario es probable sentirse desorientado.
Aunque al estómago también se le mima, el centro de todo es el misterio que se
respira en cada estancia.
Hay que aplaudir las formas alternativas de hacer llegar la
pasión por la cultura a la gente, el riesgo y la dificultad de unos intérpretes
que derrochan energía y actúan a pocos centímetros de los espectadores, siempre
expuestos a que abran cajones, ocupen sus asientos y sean seguidos por toda
la casa. Tras una escena final en la que el público se reúne de nuevo y asiste
al desgarrador desenlace de la obra, cuesta dejar atrás las entrañas de 'Tacones Manoli' y seguir como si nada. ¿Ven esa luz en el cielo? Es, sin duda,
la sonrisa de Federico.
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