jueves, 23 de enero de 2020

Cuando llega el odio

EXTRA!
Alberto Garzón en Madrid

El panorama político español alcanza una inestabilidad cada vez más acelerada. Mientras escribimos estas líneas nuestro protagonista es ya ministro de Consumo. No lo era cuando mantuvimos una charla a propósito de su libro más reciente, poco antes de Navidad, momento en el que ni siquiera sabíamos si se podría sacar adelante la investidura de quien hoy es presidente del Gobierno. Y añadimos más: cuando se escribía el libro nadie se imaginaba que el partido de la ultraderecha española alcanzaría más de tres millones y medio de votos y la friolera de 52 diputados en el Congreso.

Todo esto viene muy a cuento para hablar de '¿Quién vota a la derecha?' (Península), escrito por el coordinador federal de Izquierda Unida, Alberto Garzón (Logroño, 1985). Una pregunta que no puede llegar en mejor momento, como el propio Garzón comentó durante nuestra conversación. La última crisis del capitalismo, que ocurrió a partir de 2008 y tuvo como protagonista al estamento financiero, abrió la puerta a un escenario que no había sido posible en otras crisis de la segunda mitad del siglo XX: la irrupción y ascenso de fuerzas de ultraderecha y sus discursos cuajados de hipernacionalismo, xenofobia y misoginia.

Achacar este panorama a viejos clichés como 'cuando hay inestabilidad los discursos del miedo funcionan' o 'el auge de nacionalismos separatistas les ha dado luz verde' es útil por simple y, aun cuando puede que encierren algo de verdad, nos dejan desprovistos de herramientas efectivas para contrarrestar la influencia de estas fuerzas políticas. Garzón parece tener esto muy claro y por eso no realiza un ensayo político a modo de discurso, sino que intenta investigar, con los datos en la mano, qué ha estado sucediendo de verdad.

El coordinador federal de Izquierda Unida es además militante del Partido Comunista de España y por tanto marxista de formación y comunista de acción política. Así, al menos, lo ha defendido siempre de forma pública. Es por ello que, antes de nada, su libro realiza un breve pero completo recorrido histórico por las distintas fases de la economía capitalista. Aunque los pormenores los dejamos para los potenciales lectores, basta decir que a día de hoy la economía de mercado ha agotado buena parte de sus caladeros y precisa nuevos nichos de mercado en sectores que hasta ahora le estaban vedados, al menos en parte, como puedan ser la educación o la sanidad.

Analizando el voto por clase social, el libro nos muestra cómo el voto de clase sigue siendo importante en nuestro país. Las clases trabajadoras se decantan por la izquierda, especialmente por la más moderada, ejemplificada por el PSOE, mientras que los directivos y clases altas votan preferentemente por la derecha. Pero en esto llega una paradoja que Garzón señala con acierto: los partidos más a la izquierda y que se identifican a sí mismos como más próximos a la defensa de los trabajadores (en referencia a todos los partidos que concurrieron bajo el paraguas de Unidas Podemos en abril de 2019) no son votados por estas clases, sino por profesionales cualificados de la clase media, especialmente por aquellos que trabajan en el sector sociocultural.

¿Quién vota a la derecha?

Para el ahora ministro, aquí está la clave del éxito o del fracaso. Según la izquierda moderada se vaya viendo incapaz de mejorar las condiciones de vida de los trabajadores, ¿a quién votarán? El giro obrerista del Front National (ahora Rassemblement National) de Marine Le Pen es ya un hecho consumado en Francia, y la posibilidad de que esto se replique en otros lugares no es desdeñable. Además, como indica Garzón, ni siquiera es necesario que la ultraderecha acceda a los gobiernos, basta con que alcance una masa crítica de representantes que le permita desestabilizar el sistema.

Para combatir esto, alternativas como las propuestas transversales o de tercera vía al estilo del Labour británico o la persistencia de la mitología izquierdo-soviética ya se han demostrado ineficaces. El autor lo tiene claro: el discurso no es suficiente, hacen falta políticas. Sólo planteando alternativas que mejoren las condiciones de las clases trabajadoras (que son, recordemos, la mayoría de la sociedad) se puede convencer a estas de que los cantos de sirena de la ultraderecha no sólo son falsos, sino potencialmente destructivos. Así nos lo aseguraba en la entrevista y creemos que en este espíritu se basa el actual gobierno de coalición, según las palabras de sus propios integrantes.

Antes de dejarle marchar de una maratoniana jornada de entrevistas, quisimos lanzar la última cuestión: qué pintan los nacionalismos no centralistas en todo esto. ¿Son culpables del ascenso de la ultraderecha o una fuerza potencial que permita forzar la mano del destino político? Para Alberto Garzón no son ni lo uno ni lo otro. No son los demonios que los nacionalistas españoles pintan con declamaciones impostadas pero, según el político, como todos los nacionalismos, no tienen como objetivo el cambio económico, productivo y político que es necesario para la mejora de la vida de los trabajadores.

Estos interesantes apuntes nos dejó la charla con Alberto Garzón. Notas sobre una investigación minuciosa y bien presentada que no podemos dejar de recomendar a todos los que quieran entender por qué, desgraciadamente, los heraldos del odio están llamando de nuevo a las puertas de nuestra sociedad.

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