EXTRA!
Por todos es sabido que si ha existido un colectivo especialmente vulnerable y afectado por la COVID-19 este ha sido, sin duda, el de nuestros mayores. Según datos del Ministerio de Sanidad, los fallecidos en residencias de ancianos equivaldrían a más de un 47% del total de las víctimas que se ha llevado por delante la pandemia, bien a causa directa de esta o bien por sintomatología asociada. Traducido a números, la cifra debería entristecernos, asustarnos e indignarnos a partes iguales. Más de 25.800 ancianos abandonados a su suerte son muchos. Demasiados. Y es una cifra que, a día de hoy, ni siquiera es definitiva.
Quizá la expresión abandonados a su suerte le suene exagerada a algunos, pero la realidad es que no lo es. Tratando de eludir las connotaciones políticas, aunque sea inevitable, y sin centrarnos únicamente en la Comunidad de Madrid, lo cierto es que los profesionales que han trabajado y siguen haciéndolo de cara a esta pandemia han sido claros: no hemos estado a la altura con nuestros mayores. La aparición del coronavirus ha sacado a relucir los recortes y las erróneas decisiones del pasado que se han reflejado en un presente que, si bien nos ha cogido a todos desprevenidos, tampoco nos ha encontrado preparados. Se había descuidado en exceso a este sector de la población y eso es innegable.
En medio del caos se
tomaron decisiones que debían ser responsables y salvar vidas sin dejar a nadie
atrás. Pero esto no ocurrió. La definición de la sanidad como conjunto de servicios ordenados para
preservar la salud del común de los habitantes no se cumplió. Se dejó
de lado a nuestros mayores y, desde luego, eso es algo que no podemos pasar por
alto. El edadismo, es decir, la discriminación por edad, ha sido evidente tanto en la atención sanitaria como en la desprotección de las residencias. Es inadmisible
esta reacción ante sus derechos y su propia vida.
Cuando hablamos de la
vejez lo hacemos de una etapa del periodo vital que se estipula a partir de los
60 años y que comporta una serie de características biológicas, psicológicas y
sociales especiales. Debido a estas particularidades, es un período complejo en el que el papel de la familia, las instituciones
sociales y de atención, así como de toda la sociedad en general, toma un papel
fundamental. Es durante estos años cuando hay que afrontar un sinfín de
readaptaciones que suelen ir de la jubilación a la viudez - uno de los momentos
más dolorosos de la vida -, así como la pérdida de familiares y amigos, lo que
agudiza la sensación de soledad y tristeza.
Llega un momento en el que hacerse mayor implica mirar por el retrovisor para valorar el camino recorrido y todo lo que se ha dejado atrás. Es entonces cuando más debemos estar ahí. En su día a día. Sin ellos, ninguno de nosotros hubiéramos llegado hasta aquí. La situación provocada por la COVID-19 ha puesto de manifiesto la soledad de nuestros mayores. En un momento en el que todos nos hemos enfrentado al confinamiento, deberíamos comprender lo duro que puede llegar a ser estar aislado.
Tal y como indica la psicóloga gerontóloga y coordinadora del Observatorio de la Soledad, Regina Martínez, “esto nos ha hecho mirar de frente a la soledad no deseada y ha pasado de ser un tema predominantemente académico para convertirse en un tema cotidiano, palmario, sentido por todos”. Si bien al principio de la pandemia se decía mucho aquello de esto nos hará mejores, en el caso de revalorizar las relaciones sociales y el cuidado de nuestros mayores debemos, sin duda, lograrlo. Ya llegamos tarde, pero en nuestras manos está no volver a fallarles.
En los últimos cuatro meses han sido muchas las asociaciones y entidades que ya tenían la mirada puesta en ellos y que, ante la situación, se han reinventado para seguir a su lado. Un ejemplo es el de la maravillosa labor que se está realizando desde Adopta Un Abuelo. Bajo el lema 'Conectamos generaciones', esta asociación surgida en 2014 une a voluntarios con personas mayores en situación de soledad que viven en residencias repartidas por toda España.
Tras decretarse el estado de alarma y su consiguiente confinamiento crearon la iniciativa 'Minutos en Compañía', en la que junto a Voluntarios por Madrid y al propio Ayuntamiento se atendieron las llamadas de 1652 mayores aislados, hospitalizados o que vivían en residencias. Ahora, la asociación y sus voluntarios esperan volver a realizar el acompañamiento de manera presencial en cuanto sea posible, aunque mantendrán de forma indefinida esta labor telefónica, cuyo número de contacto para los mayores madrileños es el 919 490 111.
Voluntarios por Madrid también organiza una vez a la semana 'Hoy comemos juntos', una actividad que surgió hace ocho años y en la que los voluntarios acuden a los hogares de personas mayores de 85 años residentes en la ciudad, compartiendo el tiempo de almuerzo. Así, se rompe la monotonía y la soledad que suele vivir este colectivo y se evita su progresivo aislamiento. Y es que precisamente este abandono es una de las causas que, según el estudio 'Envejecimiento saludable' realizado por Pfizer, más reclaman los mayores: dos de cada tres personas de 55 años o más se sienten infravaloradas por la sociedad y se encuentran cada vez más aisladas de sus familias.
Otra opción a tener en cuenta es la ONG Grandes Amigos, que lleva casi 17 años luchando por el bienestar y la inclusión social de las personas mayores. Cuentan con sedes en varias ciudades, entre ellas Madrid, desde donde adaptaron su labor en tiempos de pandemia con propuestas como un proyecto de acompañamiento telefónico, una campaña de donativos o la gestión de bienes donados a residencias. Estas labores se han sumado a las que ya venían realizando unos voluntarios que pueden elegir entre realizar acompañamientos puntuales o semanales en residencias o casas de mayores, formar parte de actividades de socialización en los vecindarios madrileños o participar en acciones de sensibilización y difusión.
Más allá de estas propuestas hay una que está al alcance de todos: fíjate en tu alrededor. Se estima que en Madrid hay cerca de 130.000 personas mayores de 65 años que viven solas. Seguro que alguna forma parte de tu familia, tu bloque de vecinos o tu barrio. Acércate a preguntarle cómo se siente. Comparte tiempo con ella y valóralo. Los abuelos no son eternos, pero nosotros tampoco. Recuerda que, en gran medida, somos el resultado de su vida. Les debemos la protección de sus derechos, su valor y su felicidad hasta el último de nuestros días.

Llega un momento en el que hacerse mayor implica mirar por el retrovisor para valorar el camino recorrido y todo lo que se ha dejado atrás. Es entonces cuando más debemos estar ahí. En su día a día. Sin ellos, ninguno de nosotros hubiéramos llegado hasta aquí. La situación provocada por la COVID-19 ha puesto de manifiesto la soledad de nuestros mayores. En un momento en el que todos nos hemos enfrentado al confinamiento, deberíamos comprender lo duro que puede llegar a ser estar aislado.
Tal y como indica la psicóloga gerontóloga y coordinadora del Observatorio de la Soledad, Regina Martínez, “esto nos ha hecho mirar de frente a la soledad no deseada y ha pasado de ser un tema predominantemente académico para convertirse en un tema cotidiano, palmario, sentido por todos”. Si bien al principio de la pandemia se decía mucho aquello de esto nos hará mejores, en el caso de revalorizar las relaciones sociales y el cuidado de nuestros mayores debemos, sin duda, lograrlo. Ya llegamos tarde, pero en nuestras manos está no volver a fallarles.
En los últimos cuatro meses han sido muchas las asociaciones y entidades que ya tenían la mirada puesta en ellos y que, ante la situación, se han reinventado para seguir a su lado. Un ejemplo es el de la maravillosa labor que se está realizando desde Adopta Un Abuelo. Bajo el lema 'Conectamos generaciones', esta asociación surgida en 2014 une a voluntarios con personas mayores en situación de soledad que viven en residencias repartidas por toda España.
Tras decretarse el estado de alarma y su consiguiente confinamiento crearon la iniciativa 'Minutos en Compañía', en la que junto a Voluntarios por Madrid y al propio Ayuntamiento se atendieron las llamadas de 1652 mayores aislados, hospitalizados o que vivían en residencias. Ahora, la asociación y sus voluntarios esperan volver a realizar el acompañamiento de manera presencial en cuanto sea posible, aunque mantendrán de forma indefinida esta labor telefónica, cuyo número de contacto para los mayores madrileños es el 919 490 111.
Voluntarios por Madrid también organiza una vez a la semana 'Hoy comemos juntos', una actividad que surgió hace ocho años y en la que los voluntarios acuden a los hogares de personas mayores de 85 años residentes en la ciudad, compartiendo el tiempo de almuerzo. Así, se rompe la monotonía y la soledad que suele vivir este colectivo y se evita su progresivo aislamiento. Y es que precisamente este abandono es una de las causas que, según el estudio 'Envejecimiento saludable' realizado por Pfizer, más reclaman los mayores: dos de cada tres personas de 55 años o más se sienten infravaloradas por la sociedad y se encuentran cada vez más aisladas de sus familias.
Otra opción a tener en cuenta es la ONG Grandes Amigos, que lleva casi 17 años luchando por el bienestar y la inclusión social de las personas mayores. Cuentan con sedes en varias ciudades, entre ellas Madrid, desde donde adaptaron su labor en tiempos de pandemia con propuestas como un proyecto de acompañamiento telefónico, una campaña de donativos o la gestión de bienes donados a residencias. Estas labores se han sumado a las que ya venían realizando unos voluntarios que pueden elegir entre realizar acompañamientos puntuales o semanales en residencias o casas de mayores, formar parte de actividades de socialización en los vecindarios madrileños o participar en acciones de sensibilización y difusión.
Más allá de estas propuestas hay una que está al alcance de todos: fíjate en tu alrededor. Se estima que en Madrid hay cerca de 130.000 personas mayores de 65 años que viven solas. Seguro que alguna forma parte de tu familia, tu bloque de vecinos o tu barrio. Acércate a preguntarle cómo se siente. Comparte tiempo con ella y valóralo. Los abuelos no son eternos, pero nosotros tampoco. Recuerda que, en gran medida, somos el resultado de su vida. Les debemos la protección de sus derechos, su valor y su felicidad hasta el último de nuestros días.
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